Reflexión

El ánimo, guía y gobierno de nuestra vida

Salustio, en la introducción de La guerra de Yugurta, escribió sobre las quejas del hombre a la naturaleza. En su criterio se gobierna más por las virtudes que por la suerte. La hermosura y las fuerzas del cuerpo pasan brevemente. Las obras son tan inmortales como el alma.

Sin causa alguna se quejan los hombres de que su natuleza es flaca y de corta duración, y que se gobierna más por la suerte, que por su virtud. Porque si bien se mira, se hallará, por el contrario, que no hay en el mundo cosa mayor, ni más excelente; y que no le falta vigor ni tiempo, sí solo aplicación e industria.

Es, pues, la guía y el gobierno entero de nuestra vida el ánimo, si se encamina a la gloria por el sendero de la virtud, harto eficaz, ilustre y poderoso por sí mismo; no necesita de la fortuna, lo cual no puede dar ni quitar a nadie bondad, industria, ni otras virtudes.

Pero sí, esclavo de sus pasiones, se abandona a la ociosidad y los deleites perniciosos, a poco que se engolfa en ellos, por su entorpecimiento se reconoce ya sin fuerzas, sin tiempo y sin facultades para nada, se acusa de flaca a la naturaleza y atribuyen a los hombres a sus negocios y ocupación la culpa que ellos tienen.

Y a la verdad, si tanto esmero pusiesen en las cosas útiles, como ponen en procurar las que no les tocan, ni pueden serle de provechos, y aun aquellas que les son perjudiciales, no serían ellos los gobernados, sino ante bien gobernarían los humanos acaecimientos, y llegarían a tal punto de grandeza que, en vez de mortales que son, se harían inmortales por su fama.

Porque como la naturaleza humana es compuesta de cuerpo y alma, así todas nuestras cosas e inclinaciones siguen unas el cuerpo y otras el ánimo. La hermosura, pues, las grandes riquezas, las fuerzas del cuerpo y demás cosas de esta clase pasan brevemente; pero las esclarecidas obras del ingenio son tan inmortales como el alma.

Asimismo, los bienes del cuerpo y de fortuna, como tuvieron principio, tienen su término; y cuando se nace y se aumenta llega con el tiempo a envejecer y muere; el ánimo es incorruptible, eterno el que gobierna al género humano, el que lo mueve y lo abraza todo, sin estar sujeto a nadie.

Por esto es más de admirar la depravación de aquellos que, entregados a los placeres del cuerpo, pasan su vida entre los regalos y el ocio, dejando que el ingenio, que es el mejor y más noble porción de nuestra naturaleza, se entorpezca con la desidia y falta de cultura; y más habiendo como hay, tantas y varias ocupaciones propias del ánimo, con las cuales se adquiere suma honra.

Pero entre los magistrados y el gobierno y en una palabra: todos los empleos de la República, son en mi juicio en este tiempo muy poco apetecibles, porqué ni para ellos se atiende el mérito y los que destituídos de él los consiguen por medio de fraude, no son por eso mejores ni viven más seguros.

Por otra parte, el dominar un ciudadano a su patria y a los suyos y obligarles con la fuerza, aun cuando se lleguen a conseguir y se corrijan los abusos, siempre es cosa dura y arriesgada, por traer consigo todas las mudanzas del gobierno: muertes, destierro y otros desórdenes; y, por el contrario, empeñarse en ello vanamente y sin más fruto que malquistarse a costa de fatigas, es la mayor locura; si ya no es que haya quien, poseído de un infame y pernicioso capricho, quiera el mando para hacer un presente de su libertad y de su honor a cuatro poderosos.

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