En 1966, Gabriel García Márquez vivía en la Ciudad de México con su esposa, Mercedes Barcha, y sus hijos. La familia atravesaba serias dificultades económicas mientras él trabajaba en lo que se convertiría en una de las novelas más importantes de la literatura universal: Cien años de soledad.
El escritor pasó 18 meses dedicándose de lleno a la novela, y durante ese tiempo vivieron prácticamente de préstamos y de la ayuda de sus amigos. Cuando García Márquez terminó el manuscrito, decidió enviarlo a la Editorial Sudamericana en Buenos Aires, que había mostrado interés en publicarlo. Sin embargo, al llegar a la oficina de correos, se dio cuenta de que no tenía suficiente dinero para enviar el manuscrito completo, ya que este era voluminoso y el envío se cobraba por peso.
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Dicen que los Reyes Magos no existen. Que sobrevuelan en la imaginación de los chicos hasta un punto que alguien o algo les advierte que son un producto más de cuentos ancestrales, con los cuáles los humanos suelen mitigar sus angustias existenciales y aferrarse a fantasías placenteras.
Así las cosas, Gabo y su mujer solo pudieron enviar a Buenos Aires la primera mitad de la novela. Mercedes, con su ingenio y determinación, vendió luego algunos objetos del hogar, como el calentador y la licuadora, e incluso sus joyas, para poder pagar el remito de la segunda mitad.
El resto es historia. Cien años de soledad se publicó en 1967 y fue un éxito rotundo, tanto de ventas como de crítica. García Márquez se convirtió en un escritor reconocido en el mundo entero, y ganó el Premio Nobel de literatura en 1982.


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