La viuda eterna

Sabía que mi amor no iba a volver. Desde que se fue le guardo la mayor fidelidad que existe en este mundo. Mundo que no entiendo. Mundo que no se si es para mi. Cada vez que me cuestiono mi respirar aquí, recuerdo que esta tierra no es de nadie. En todo caso, lo que es mío, se encuentra aquí y ahora, en el haber decidido comer, en haber elegido tomar un café al levantarme de la cama.

Las pequeñas cosas me dan fuerza. Y las cosas más increíbles ocurren. Cada vez que me acerco al final, algo me interrumpe y empiezo a vivir como si hubiera vuelto a nacer. Pero esta niñez se diferencia de la original en su duración. Es más corta, y lo que veo es tan real y tan duro que no hay padre o madre que me pueda calmar con un abrazo o una canción.

Pero aquí estoy. Pensando en lo que fue, en los tiempos donde estaba acompañada. Ahora estoy totalmente sola, y no quiero estar con nadie. En realidad, no es que no quiera. No creo que pueda.

Su recuerdo se desvanece con el pasar de los años. Sin embargo, lo que siento es tan fuerte que por mas que olvide las facetas de su rostro, por mas que lo que vivimos ya se haya hecho nube en el cielo, lloro cuando recuerdo que alguna vez me cobijó en sus brazos, para luego yo abandonarla. Que fue el ser humano que más amé en esta existencia, con toda la consciencia que pude conseguir.

Porque no fue un amor ciego. Fue amor. Y a pesar de todo, creo que elegiría volver la misma vida junto a su compañía. Por eso ya van más de 23 años y 8 meses que no puedo salir del negro. Por mas que cambie de color, por mas que le siga sonriendo a la vida, el sentido que tengo es uno: serle fiel.

Mi corazón no puede más, y no es su culpa. Hoy me toca estar a mi, y voy a dejar de oprimir mis latidos para devolverles su libertad. Por mas que las noches me atormenten, y empiece a llorar de repente, hasta que al día siguiente comience la etapa donde ninguna lágrima se vea durante meses. Y aunque vuelva el dolor, aquí seguiré, llorando y cantando. Pero seguiré.