Literatura

El hijo de la bruja mala

Entender el pasado y hallarse a sí mismo, dos consignas que Tomás buscará resolver, para aliviar un pasado cruel en un mundo con momentos de bondad y libertad. Libre de su historia, y de la que nos es imposible escapar.

De niño, Tomi vivió en un ático. Allí habitó sus penurias y melancolías, recordando momentos como aquellos en los que se divertía en el parque con sus amigos. De repente una nube borraba aquella imagen, con una madre que mientras lo sujetaba del brazo le gritaba: ¡No hay que jugar! ¡Volvemos a casa!

Encerrado, Tomi solía mirar por la ventana cada vez que se sentía solo. Una noche encontró en el aire a unas brujas volar. Una de ellas se le acercó y le preguntó por qué, como cada noche, contemplaba el anochecer sin meterse en él.

«Mamá no me deja» – respondió el pequeñín de ojos grandes y lacrimosos.

«Oh, pequeño, pero qué suerte tienes – dijo con lamento la señora -. Te ha tocado una bruja mala. No te preocupes. Cuando seas más grande, podrás elegir con quién estar, y aquí estaremos nosotras para abrazarte«.

El niño, creyendo en sus palabras, sonrió para luego saludarla con efusividad. Se fue corriendo a su diminuta cama en aquel sitio de dos por dos. Ya acostado, escribió su charla y pensamientos, durmiéndose luego con una sonrisa que casi superaba al paladar.

Crecido, con independencia total sobre su cuerpo y recursos, Tomi se había convertido en Tomás, el bello hombre que dejaba sin suspiros a quienes se lo cruzaban. De cuerpo fornido y relajado caminar, el joven apelaba a cultivar por dentro lo que aparentaba exteriormente.

«Al fin y al cabo, para la materia, somos pedazos de piel, y el volverse loco por un cuerpo es impulsivamente animal. Si no se complementa con lo intelectual y artístico, perdemos la esencia de ser humanos», reflexionaba el joven.

Tomás pensaba si en verdad iba a encontrar nuevamente a aquellas brujas que vio en su niñez. Todo tormento exterior había quedado atrás. Ahora tenía por delante encontrar buena compañía.

Fue aprendiendo de cada relación e intercambio. Aparecieron personas que simulaban ser esa mujer amorosa de la ventana, pero que una vez dentro lo querían hornear como a Hansel y a Gretel. Ya no le era tan sencillo discriminar lo bueno de lo malo, cuestionándose incluso si su madre había sido realmente «mala».

Quienes le habían prometido abrazos, ya no estaban. Quien se los había negado, tampoco. ¿Cómo seguir? Una de las pocas cosas que anhelaba era entender y entenderse. Pero sus pensamientos le nublaban la razón constantemente, y esa lucha diaria contemplaba mucha de su energía.

Hasta que un día se decidió por agarrar la escoba y empezar a volar. Ir por donde nadie ni nada lo pudiera molestar. Estar en los ojos de la luna, buscando la respuesta más convincente para dejar los cielos y volver a la tierra, con su crueldad y su bondad. Sus circunstancias que enseñan, con dolor y pequeños momentos de libertad.

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Escritor y estudiante. Fundó Humanidad el 2016 a sus 15 años de edad.

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