Asumir que somos el sí y el no. Esto es un proceso. Y será nublosa la vista a la que se podrá acceder desde el supuesto “lugar de llegada”, en el que nos sabemos sujetos deseados, y a la vez rechazados por otros. Ortega y Gasset nos enseñó que toda mirada tiene su contexto, por lo que a priori no habría que angustiarse por no ser queridos. Si en una banda de criminales no nos quieren por nuestra honestidad, ¡enhorabuena!
El retorcimiento del alma suele estar en los amores. En esta ocasión hablaremos del romántico. Esa persona que vemos altera nuestros sentidos. Somos seres racionales pero de pronto perdemos los estribos. Los animales acuáticos viven tranquilos, y cuando se sienten en peligro reaccionan. A lo sumo aletearán más rápido, ¿pero cambia toda su cosmovisión como le ocurre a un humano emocionado?
Es en ese noviazgo donde nos equivocamos y aprendemos. En especial los primerizos, quienes se sienten dichosos por haber encontrado a alguien que los hace sentir especiales. Para mal, o para bien, en la pulsión sexual y romántica hay mucho de lo que queremos ser, reflejándonos en el otro.
Renunciar a aquella proyección es una de las decisiones más trascendentales. He aquí la razón por la que no se hace: no es por falta de voluntad, sino por no saber. Si fuéramos conscientes de lo que nos pasa al enamorarnos, tendríamos más margen de acción. Pero la imaginación se adueña de los pensamientos y empieza a crear puntos ciegos.
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Es en esos espacios oscuros (que creemos, son la luz del amor), donde podemos caer en la hipocresía y lo más dañino de las relaciones. Una de ellas es el histeriqueo, que busca que el ciego Borges reaccione de cierta forma para que el dominante se sienta satisfecho. Eso no es amor, es violencia. El histeriqueo es una muestra de que la persona sometida debe terminar ese vínculo para empezar uno nuevo: el que tiene consigo mismo/a.
Creer que “va a prestar más atención”, “tendrá interés en lo que digo” o sencillamente quiera compartir tiempo juntos en el futuro, es engañarse. Si no lo hace en el presente, ¿por qué lo haría más adelante? En todo caso la pregunta inmediata sería por qué no se compromete con la relación.
Es que el amor, que como vimos hay distintos tipos de amores, requiere atención y vida. Compartir la vida es algo maravilloso. Y si no hay nadie con quien hacerlo, una opción es resguardarse para volver con menos miedos y más seguridad al momento del sí.
Darse cuenta lo más rápido posible si la persona que está en frente nos merece. Incluso si merece estar en nuestros pensamientos. Aquellos forman nuestra realidad, pero por sobre todo nos hacen sentir más o menos dolor. Tengamos el dolor mínimo e indispensable que cada humano carga al nacer. El adicional, que vaya bien por la borda, hasta que solo se caiga.


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