Por Horacio Gómez Zaragoza de la Rosa de Córdoba
Como habrán podido apreciar los lectores de Humanidad, el día de ayer mi hermano Eduardo volvió a escribir. Se ha recuperado alegremente de su parálisis creativa agudamente bombardeada por lo que ninguna pantalla puede calmar: el cuestionamiento profundo.
Los teléfonos inteligentes son realmente una distracción. Suplieron los tantísimos inventos del siglo pasado creados para entretenernos. Es el objeto que se agarra por instinto en los tiempos muertos. Vaya revolución. Consideramos «instintivo» aquello ligado a nuestra naturaleza. Pero con un poco de brillo y contenido ilimitado cualquiera puede unirse al club sin siquiera boleto de entrada.
Es cierto que así como ingresó, con paciencia y reflexión se lo puede echar. Sin embargo, la vida virtual está demasiado instalada. ¿Somos conscientes de lo que tenemos encima nuestro? «¡Un celular!», me responde con ingenuidad Eduardo. Sí, pero yendo en profundidad, es un equipo de radiocomunicación móvil. De esa manera son definidos los celulares en los instructivos de compra.
LEER MÁS:
Con esta nueva conexión (digital), pareciéramos tener todos la misma voz. ¿La tenemos? Esperando al doctor sentado en un pasillo vi a gente transitar. Una persona pasó silbando fuerte. Otro también hacía ruido, pero con sus pisoteadas. Un último caminaba arrastrando sus pies. De repente se hizo el silencio. ¿Somos todos iguales?
En un lugar físico los individuos con características distintas son visibles. Las redes sociales podrían ofrecer lo mismo, situándose bajo el mismo formato (pasillo), que serían las redes sociales. Los del mundo de «X» se entienden con aquellas reglas. ¿Hasta qué punto se sigue siendo lo que uno es? ¿O se modifican ciertas actitudes inconscientemente para amoldarse a la aplicación?
LEER MÁS:
Esto último se daría en pos de la mentada comunicación. Sobre esta no reaccionamos de la misma manera. Es como cuando en una primera clase la mayoría de los alumnos no se anima a hablar o responder las preguntas del profesor ante el miedo generado por el desconocimiento del público. ¿Qué podrían decir de mi comentario? ¿Cómo se lo tomarán?
Los interrogantes mencionados anteriormente deshabilitan la expresión. La auto censura a veces es notablemente fuerte. Su utilidad en ciertas ocasiones es destacable. Pero para un ida y vuelta sin interferencia, pareciera ser necesaria una cuota de libertad.
Con Eduardo tengo la libertad de decir cualquier cosa. Eso sí, solamente cuando me lo cruzo en los pasillos. Creo que me tiene bloqueado en la red social.

0 comments on “El secreto de la comunicación”