Reflexión Sociedad

Cómo pedir perdón

Hay dos tipos de problemas: los pequeños y los grandes. ¿Qué relación tiene uno con el otro? Reconocer lo que nos altera puede ser el primer paso para mejorar la comunicación con los demás.

Por Eduardo Gómez Zaragoza de la Rosa de Córdoba

Las relaciones humanas, en caso de ser complicadas, lo son por una razón: la comunicación. Ésta puede ser tan diversa como los colores de un arco iris. Y para corolario, puede volverse tan gris y oscura como el más tenebroso de los anocheceres.

En el diálogo bilateral no solo se encuentra ella y vos, él y vos. También están tus preconceptos sobre esa persona; el valor que le das a aquella circunstancia; y los pensamientos perniciosos (¿los comentarios del diablillo?), conocidos también como intrusivos.

Si reflexionásemos siguiendo la doctrina de alguna de las religiones que nacieron con el cristianismo, utilizaríamos un vocabulario determinado para hablar del perdón. Incluso cambiarían los factores mencionados anteriormente. Un buen cristiano debe decir la verdad en todo momento ¿cierto? En ese caso, no importa en qué contexto uno se encuentre, se debe reaccionar de forma honesta sin discriminar por lo que nuestros ojos pecadores vean. Cristo nos ama a todos, y quiere que nos respetemos.

Pero por allá se levanta un viejo cura y dice… «somos buenos cristianos, pero no boludos». Al vivir en el mundo terrenal, están rodeados de los salvajes y necesitan protegerse, para cuidar la palabra de Dios. Para ello se escudan en lo que Martín Lutero definía como la ley secular y la espada.

Pero este artículo no está inspirado en ninguna religión, sino en el quehacer humano, que implica equivocarse, y por consecuencia lastimar a otros. Cuando nos equivocamos, o alguien se queda con la percepción de que dimos un mensaje dañino, suele surgir una incomodidad.

Las particularidades del caso pueden ser diversas, por lo que separaré los conflictos en dos generalidades: los pequeños y los grandes. El primero lo podemos emparentar con un malentendido doméstico. Una palabra de más, una palabra de menos, que le dolió al otro. Con o sin razón, la situación debe ser aclarada.

Acá aparecen los primeros ingredientes para el perdón. Tomarse el tiempo y el espacio necesarios para reaccionar de la forma más calmada posible. Si la irritación mental aparece con solo escuchar o ver algo, indudablemente hay un conflicto latente. Quizá no sea cosa de que una de las partes pida perdón, sino simplemente charlarlo.

Los problemas grandes son las cagadas. Eso que se dijo o se hizo por ira, despecho, resentimiento, o incluso ignorancia. Cada una de estas emociones debe ser detectada claramente porque al falsificarlas se empantanaría aun más el panorama.

Para pedir perdón, primero hay que saber hacerlo en las pequeñas cosas. De lo contrario, será muy increíble que se pueda reconocer los errores en las otras. Puede parecer molesto al principio, pero pedir perdón por las simples equivocaciones ayudará a darse cuenta cada vez más rápido de la mala contestación, del desespero, de la altanería instintiva no querida.

Una vez logrado, cuando se levante la voz en una conversación con un ser querido, por ejemplo, se será consciente que se levantó la voz, y quizá no sea necesario pedir perdón. El perdón es hacia con uno mismo, reconociendo la forma de ser y poniendo manos a la obra para cambiarlo.

Todos los sinceramientos anteriores habrán llevado a que el otro sepa que uno se altera, y podrá darse cuenta de su alteración, a veces difícil de evitar, porque bueno, somos humanos, y el impulso apremia.

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