Por Eduardo Gómez Zaragoza de la Rosa de Córdoba
Preguntarse qué es ser libre debe ser uno de los actos individuales más revolucionarios. No creer importante este cuestionamiento puede ocultar necedad o ignorancia. Porque al gin y al tonic (cabo), no solo de placeres vive el humano. Si fuera así, no hubieran existido filósofos, artistas con almas dolientes, e inalcanzables inventores.
Cada uno de nosotros somos todo ello. Esas tres partes, la contemplación, la expresión artística, y la curiosidad, habitan en cada individuo. Ocurre que algunos las olvidan y dejan que el polvo se acumule, al punto tal de que ya no pueden verlas.
Este «descuido» se puede hacer por ignorancia, es decir por inconsciente. Alguien que se encuentra en las nubes de Úbeda, ya sea por su fijación en los sentimientos o la obstinación de sus responsabilidades en el sistema, desviará la atención y no la centrará en la exploración consciente de lo humano.
Por otro lado están los necios, que subestiman el valor de la pregunta. Creen que es más importante responder, y no solo eso, sino que hacerlo lo más rápido posible para que no parezca que dudan en sus argumentos, o que el otro «le ganó» la discusión. En realidad, una discusión se pierde cuando una de las partes deja de escuchar. En ese escenario, solo hay victorias sociales que se cosechan con el desprestigio de la contraparte.
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Preguntarse por uno mismo y por su sentido en esta vida es muy valiente. Hacerlo en exceso, vaya si no resulta problemático. En un momento de equilibrio, sin desesperanzas que tiren la balanza al nihilismo, cabe preguntarse: ¿qué es la libertad?
La libertad implica ser responsable. ¡Ufa! Sí, es que quien la tiene la puede perder con facilidad. Ser libre significa estar emancipado, o por la negativa, no dominado. He aquí el gran problema: ¿podemos dejar de ser dominados en un intrincado sistema donde todos respondemos a alguien u algo?
Quizá no haya respuesta concreta, más que diciendo que pueden haber distintos grados de libertad. Una persona que vive en un departamento que es igual al resto, que vive en un edificio idéntico al resto que existen en el barrio, ¿qué grado tendría?
Si es constantemente vigilada esa persona, ¿sería tan libre como quien no? O mejor aun: ¿qué tan madura sería?
Se sorprenderán por la incorporación de la madurez. Es que para ser libre hay que poder proveerse a uno mismo, emocional, social y económicamente. Si en cambio reina el control, eso quiere decir que vivimos como los niños supervisados constantemente por sus padres o tutores. Estarán cuidados, pero con un grado de libertad más bajo.
El que tiene la libertad máxima, se queja. El que no la tiene, también. Quizá el secreto se encuentre en disfrutar con lo que se es, y luchar por lo que se quiere ser.


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