Por Horacio Gómez Zaragoza de la Rosa de Córdoba
«El último tren» es una película argentina hecha en Uruguay, en donde los protagonistas, férreos defensores del patrimonio de su pueblo, harán de todo para impedir la venta de un ferrocarril a empresarios de Hollywood. Para los tres miembros de la Asociación de antiguos ferroviarios, esta máquina representa más que humo y carbón. Representa un símbolo nacional.
Pueden verse las vías férreas uruguayas que quedaron inutilizadas, y el expreso (similar a La Trochita patagónica) que permanece guardado en un galpón. Sin embargo, los adultos mayores dispersos, alguno en el geriátrico, otro en la casa con su pareja, y un último viviendo solo en una habitación de alquiler, permanecen conectados.
Un simple llamado activa el protocolo. «Llegó el Día D», informa el secretario (interpretado por Pepe Soriano), desde su residencia compartida. Es entonces cuando junto al Profesor (Héctor Alterio) y el ex transportista Pepe (Federico Luppi) emprenderán el asalto del tren, iniciando un viaje que haría vibrar nuevamente la tierra.
A la aventura -que en realidad es una reivindicación política y social- se suma un niño, creyendo la prensa que fue secuestrado. Pero éste es el hijo de quienes le alquilan la habitación a Pepe, acompañándolos para escapar del ambiente donde su padre insulta a su madre, a la que ve triste todos los días.
Gastón Pauls -representando a la perfección el discurso de la clase gobernante argentina actual, cuando empareja a los ladrones con los comunistas-, actúa como el vendedor dispuesto a hacer negocios de altas cifras con compradores extranjeros.
Esta película rescata a hombres mayorcitos que, enfrentando las penurias de la salud tambaleante, no dejan de llevar en sus recuerdos las anécdotas de guerras o adscripciones al Partido Comunista. Uno de ellos alienta al niño con sus anécdotas militares, pero más adelante se descubrirá que no había sido él, sino su hermano mayor quien había sido soldado.
El cine que debe volver no es el del pasado, sino aquel se anime a contar con convicción las acciones colectivas. Porque si no fuera por los algoritmos de Youtube, que recomiendan esta película a quien se le dio por buscar cine argentino, esta historia quedaría en el olvido.
No conocer este tipo de historias hace que perdamos la visión de quienes estuvieron antes. Con sus propias problemáticas, cierto. Pero vaya si no podrán ayudar en el lío que hoy vemos con las redes y su ilimitado contenido superfluo, si no dañino.


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