Hoy se cumplen 37 años del comienzo de la guerra de Malvinas. Una causa nacional, según quien esto escribe, que fue aprovechada por una dictadura que buscaba en estampida y urgentemente escapar hacia adelante.
Como el prócer Raúl Alfonsín (con sus aciertos y errores, humano, al fín), estuve en contra de esa aventura bélica, Siempre consideré, que es necesario primero, la unidad interna y un convencimiento muy fuerte, antes que enfrentar a los de afuera poderosos (que, dicho sea de paso, también tienen seguidores adentro).
Pero el conflicto, manejado por manos inexpertas y maquiavélicas en el combate leal (todo era «sucio» hasta entonces, aunque las armas siempre provocan estiércol y sangre), movilizaron pasiones genuinas y entregas abnegadas de miles de jóvenes que fueron al combate sin preparación e imbuidos de arraigadas enseñanzas escolares.
No me voy a extender en consideraciones propias. Una comunicación fortuita con un ex gobernador de una provincia patagónica, dio pie para que Humanidad le pidiera una reflexión.
Y esto contó el afable Jorge Sapag, que mama la argentinidad desde que sus familiares llegaron de El Líbano, a la hoy próspera provincia de Neuquén, donde por esos avatares del destino, hice la «colimba», esto es, corrí, limpié y barrí (y me instruí, como pude), lejos de mi céntrico barrio porteño.
Solícito, a través de un mensaje, Sapag nos contó que acababa de saludar a un ex combatiente de Malvinas, anónimo para todos nosotros e injustamente relegado. Lo hizo «con afecto y admiración».
«Ellos fueron capaces – me transmitió – de dar y ofrecer todo para defender la causa de Malvinas. Con nobleza, con valentía y con grandeza».

«Hoy todo nuestro territorio argentino y el conjunto de la sociedad argentina, espera de nosotros esa misma nobleza, valentía y, grandeza, para ponernos todos de pie, con la Celeste y Blanca en el corazón», añadió con inocultable emoción.
Sapag puntualizó que eso es necesario «para construir el país y la sociedad de dignidad y de progreso que seguramente todos deseamos, pero que hace generaciones no concretamos».
«El ejemplo de los ex combatientes de Malvinas – apuntó – debe ser el espejo donde debemos mirarnos, para encontrar el camino: Nobleza, Valentía y Grandeza»-
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