En su libro “La revolución sexual”, Wilhelm Reich, nos anima con un pensamiento: El amor, el trabajo y el saber son las fuentes de nuestra vida. También deberían gobernarla. Los avances tecnológicos y científicos avanzan a velocidad luz y el ser humano, en esencia, sigue estancado con miserias en estado de latencia. Reflotar textos que marcan nuestro espíritu, puede darnos tonicidad espiritual. En este caso, Humanidad rescata, de una entrevista concedida a Viviana Marcela Iriart, una reflexión de Julio Cortázar.
Un día en mi vida es siempre una cosa muy hermosa, porque yo me siento muy feliz de estar vivo. No tengo ninguna intención de morirme, tengo la impresión de que soy inmortal. Sé que no lo soy, pero la idea de la muerte no me molesta y tampoco le tengo miedo.
Le niego existencia, entonces, eso me ayuda a vivir de una manera… ¿cómo decirlo? Bajo el sol, solar. Yo estoy muy contento de estar vivo, y además hay una cosa en la que poca gente piensa.
Creo que es un prodigio maravilloso que todos nosotros seamos seres humanos, que estemos en lo más alto de la escala zoológica, por un azar puramente genético.
Porque tú no eres responsable de ser quien eres. Venimos de una larguísima cadena genética y cuando yo veo a una gallina o una mosca que también han nacido de las mismas cadenas genéticas, me maravillo por ser un hombre y no una gallina.
Yo soy un hombre, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene. Y estoy contento de haber tenido una conciencia, de haber visto lo más que una conciencia puede ver del planeta. Y no te hablo más.
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