Dos señores respetables @FedericoGPolak y @luisraulsagol, despertaron hoy el interés de Humanidad que, por lo visto, sabe muy poco de hechos históricos que se van borroneando o desfigurando con el paso del tiempo. @mecasullo tuiteó: «Acabo de leer que en Stalingrado los soviéticos le ponían a los alemanes fuera de los bunkers gigantescos parlantes con tango, porque era una música deprimente».
@carlosaira11 recogió el guante y Polak aconsejó: «Imperdible. Lean el hilo y escuchen la música».
Humanidad le hizo caso. Va el hilo de Aira:
«La historia es otra. Adolfo Hitler tenía fascinación por un tango: Plegaria, de Eduardo Bianco. Tan grande fue la admiración de Hitler por Bianco que pidió conocerlo. Plegaria era el sonido que los oficiales SS ponían a todo volumen en los campos de concentración».
«Los rusos – siguió en la red del pajarito – tenían ese dato. Cuando en 1943 , el ejército soviético rodeó al Sexto Ejército nazi en Stalingrado, los rusos sabían que significaba Plegaria y lo pusieron a todo volumen: era una sentencia hacia el más allá»
«Lo que tal vez pocos conozcan – consignó Aira – es la historia de Pjotr Leschenko, el Gardel ruso. En 1918 se instaló en París dónde conoció el tango rioplatense. Armó una mezcla entre nuestro tango y el folklore ruso. Fue récord de ventas hasta que fue prohibido por contrarevolucionario».
«Pero (Leschenko) tenía un gran admirador secreto: el mariscal Georgy Zhukov. Leschenko falleció en 1954. Años después, la URSS levantó la prohibición y hoy – destacó – es uno de los músicos más respetados en Rusia».
Obviamente, la reacción fue un tren cargado de comentarios. @sileste1921, por caso trajo a cuento un relato de un entrañable periodista ya fallecido: «Linda historia Carlitos. La conocía a través de un libro muy interesante de Julio Nudler: Tango judío, del ghetto a la milonga. Él lo definía como el tango de la muerte».
Hay mucho más para desasnarse.


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