Por Ernesto Jackson
Para mí, no fue una sorpresa. Confieso que me lo imaginaba. Sé que lo que sigue es una ficción. De hecho, con todo el respeto y la pasión que a ellos y a mí – me consta -, nos mueve este bendito quehacer de escribir en un diario.
¡Hacer un diario allá arriba! Predecible: era lo que amaban junto a nosotros todos los días. Así fue como Julio Blanck, muy preocupado por su Independiente, encaró la idea de seleccionar un buen equipo para conformar una sólida redacción en el espacio metafísico. Donde – me imagino, de atrevido -, todo es placentero. Y, desde arriba, despunta el “vicio” y nos señala cada error a los que estamos aquí abajo. Como cuando caminaba la “cuadra”, examinando títulos y textos, antes de enmendarlos y/o aprobarlos.
Se encontró con Oscar Raúl Cardoso, un verdadero gurú, y le asignó el área de Cancillería. A Tabaré Areas, política nacional; a Claudio Andrada, judiciales; a Luis Alberto Murray, revisionismo histórico y a Pablito Calvo, un todoterreno incansable que llegó este jueves 6 de mayo, lo pondrá a «remar» en el proceloso río en el que también navegan los jabonosos dirigentes vernáculos.
Para Internacionales, no dudó: convocó a Eduardo San Pedro. En Deportes, Julio puso al frente a Juan De Biase, dueño de aquella frase irónica que le dijo a un recién ingresado y que arrancó la carcajada de los que estábamos cerca: “A vos, pibe, no te pagan para pensar”.
En Fotografía, ubicó al inefable Juan Carlos Bairo y en la vieja Diagramación colocó a Jorge Buezas. De más está consignar que cada edición, celestial, está prestigiada con las ilustraciones del inmenso Hermenegildo «Menchi» Sábat.
Me cuenta Julio (¡sí, me comunico con él!) que «Menchi» está dibujando a Alberto F. en tamaño chiquito, con su brazo izquierdo levantado, pero con el dedo índice arrugado y caído. Todo, mientras Cristina, enorme, lo mira desde arriba, muy enojada y, escoba en mano, parece lista para barrer el piso.
Me atreví a pedirle a Julio, creyendo que desde el Cielo se ve todo con anticipación, que me adelante cómo terminará la tragedia global causada por este bicho mortal; y, de yapa, que me tire una punta: ¿Tienen arreglo los males de la Argentina? Con un mohín de incredulidad, me contestó que lo pensará. Le prometí no revelar la fuente.
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