Reflexión

La existencia como un juego de nubes

Un fragmento reproducido por Azorín, compara con la vida, la sensación de inestabilidad y de eternidad de las nubes. Representan un continuo ver pasar y ver volver, donde el pasado se confunde con el porvenir.

A propósito del romance entre Calisto y Melibea, plasmado en La Celestina, Juan Martínez Ruiz (Azorín, 1873-1967), describió amorosamente el color y el alma de los españoles. Novelista con un obra vasta de la escuela literaria de los impresionista, transmite así sensaciones perennes:

«Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son – como el mar -, siempre varias y siempre las mismas. Sentimos, mirándolas, cómo nuestro ser y todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas – tan fugitivas -, permanecen eternas.

A esas nubes, que ahora miramos, las miraron hace doscientos, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros.

Cuando queremos ´tener aprisionado el tiempo – en un momento de ventura -, vemos que ya han pasado ya semanas, meses, años. Las nubes, sin embargo, que son siempre distintas, en todo momento, todos los días, van caminando por el cielo.

Hay nubes redondas. henchidas de un blanco brillante, que destacan en las mañanas de primavera sobre los cielos traslúcidos. Las hay como cendales tenues, que se perfilan en un fondo lechoso. Las hay grises, como una lejanía gris. Las hay de carmín y de oro en los ocasos inacabables, profundamente melancólicos. Las hay velloncitos iguales e innumerables, que dejan ver por entre algún claro un pedazo de cielo azul.

Unas marchas lentas, pausadas; otras pasan rápidamente. Algunas, de color ceniza, cuando cubren todo el firmamento, dejan caer sobre la tierra una luz opaca, tamizada, gris, que presta su encanto a los paisajes otoñales.

Siglos después de que Calisto está con la mano en la mejilla, un gran poeta – Campoamor -, habrá de dedicar a las nubes un canto en uno de sus poemas titulado Colón.

Las nubes – dice el poeta -, nos ofrecen el espectáculo de la vida. La existencia, ¿qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son ideas que el viento ha condensado; ellas nos representan como un traslado del insondable porvenir.

Vivir – escribe el poeta -, es ver pasar. Sí; vivir es ver pasar; ver pasar, allá en lo alto, las nubes. Mejor diríamos; vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo – angustias, alegrías esperanzas -, como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables.

Las nubes son la imagen del Tiempo. ¿Habrá sensación más trágica que aquella de quien sienta el Tiempo, la de quien vea ya en el presente el pasado y en el pasado lo porvenir?«.

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