Por Sibila Camps
Una mañana de 1976 pasé por la casa de mis pa/madre/s y encontré a papá conversando con un hombre cuya charla me deslumbró: Miguel Ángel Estrella. Tiempo después, papá me contó que había ido a despedirse porque, perseguido por la Triple A, había decidido mudarse a Uruguay; mi padre le dijo que no era seguro, que se fuera a Europa, pero no quiso irse tan lejos de la patria. Estuvimos pendientes de la campaña internacional por su liberación, nos alegramos mucho cuando por fin lo liberaron y viajó a París, y jamás dejamos de condolernos por las torturas a las que fue sometido por los militares uruguayos.
En 1984, cuando volvió a la Argentina, conseguí que en «Clarín» me dejaran hacerle una entrevista en profundidad, para publicar en la sección Opinión del domingo: -hacía poco tiempo que se había abierto esa sección de entrevistas, inaugurada con una mía a Charly García. Disfruté mucho con esa larga charla en su casa y luego armando la nota… que no se publicó, porque Uruguay todavía estaba en dictadura y el diario vendía unos cuantos ejemplares allí; la entrevista salió en «El Porteño».
Tuve el privilegio de verlo y escucharlo en algunos de los lugares donde se sentía más a gusto: el noroeste argentino. En febrero de 1986, Jaime Torres lo invitó a un Tantanakuy; en algún lugar tengo guardada la foto tomada en el patio de la casa de la alfarera Barbarita Cruz, en Purmamarca, con el Chango Estrella tocando el piano en medio de vecinas y vecinos de todas las edades; seguramente Elba Marta Boffo y Alejandro C. Tarruella se acuerdan.
Años después compartí la visita de la primera dama de Francia, Danielle Mitterrand, a la escuela de música de la Fundación Música Esperanza, que Miguel había creado en Vinará, la localidad santiagueña donde se crió. Francia y en particular el matrimonio Mitterrand apoyaron mucho a Estrella, primero para restañar sus heridas, luego para que pudiera desarrollar su prédica por la paz a través de la formación musical de niñxs y jóvenes.
Miguel tuvo el buen tino de abrir, ya en este siglo, el Centro Andino para la Educación y la Cultura (Música Esperanza-Tilcara), donde entre otras cosas se creó la carrera terciaria de promotor sociomusical (título reconocido por el Ministerio de Educación de Jujuy), para jóvenes de 18 a 25 años. Asistí a la graduación de la primera promoción, y todavía recuerdo la emoción de esos muchachos y esas chicas provenientes de comunidades humildes de varias provincias, de parajes aislados en medio de los cerros e incluso de Bolivia, y su ansiedad por volver a sus pagos y trabajar para afianzar la identidad.
Muchas semillas ha distribuido, desparramado y sembrado Estrella por todo el mundo; imposible seguirles el rastro, ya que siempre mantuvo un perfil bajo, acorde con su humildad y su coherencia. Muchas, muchísimas personas estaremos en estos días agradeciéndole el haberlo conocido, en forma personal o a través de su obra.
- Imagen destacada de Eduardo Grossman
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