Y, sí, es el cuento de la buena pipa. Con una coalición frente a otra coalición – con partidos a punto de ebullición -, y otro as de la manga (previsible) que la vicepresidenta, Cristina Kirchner, sacó a relucir para evitar que todo estalle por los aires.
Aunque se venía preparando, el superministro (no lo es técnicamente, pero si en los hechos, a juzgar por la consideración que le tienen los medios y los factores de poder), Sergio Massa está en boxes, con un cuaderno de color gris. ¿Se acuerda alguien de la libreta de almacenero qué solía usar Néstor Kirchner, cuando quería desembarazarse de Roberto Lavagna?).
“La doctora (que tomó conciencia de la gravedad de la situación y aceptó dar el margen que no le otorgó al mentiroso de Martín Guzmán), espera resultados perentorios”. Octubre, no más, se le dijo a Humanidad.
Acorralada por la justicia (el cortesano Ricardo Lorenzetti acaba de declarar que el “lawfare” que ella esgrime a capa y espada “no tiene ningún fundamento” y le aconsejó adoptar la táctica de Lula), Cristina considera que en ese mes simbólico para el peronismo, Massa debe terminar de ponerse de acuerdo con La Cámpora de Máximo y Andrés Larroque. Pretende que con la lapicera en sus manos (la misma que ella y el dirigente de la construcción, Gerardo Martínez, instaron sin éxito a que usara Alberto Fernández), termine de organizar la administración de “las cajas” estatales y se lance con un plan macro, tildado de “pro soviético” por el canchero Carlos Melconian, de la Fundación Mediterránea.
Massa, igual que Néstor, no es economista. Pero estudia y estima tener esta semana un soporte macroeconómico. No tocará al titular del Banco Central, Miguel Pesce – pondrá a uno de sus hombres a cortar el bacalao, sin provocar más zozobras -, mientras conversa y juguetea con “”Wado” de Pedro. Con el camporista viajó a Neuquén para cerrar con los petroleros que quieren hacer “pum” para arriba con el yacimiento de Vaca Muerta, con el beneplácito más que manifiesto del gobernador Omar Gutiérrez y el mandamás del MPN, Jorge Sapag.
Antes de tomar medidas – incipientes – sobre qué hacer con la moneda norteamericana o las retenciones al sector agropecuario, se reunió con la temeraria mesa de enlace agropecuaria para establecer una cuña en el frente cerealero. Habrá concesiones, claro, diferenciando entre los que “se comportan correctamente y los que tienen tendencia a contrabandear”. La Aduana ya detectó más de 700 empresas con irregularidades. Algo sobre lo que en Estados Unidos se presta mucha atención. ¡Basta de tanta viveza criolla”.
No será sencillo hacer subir el dólar financiero hasta acercarlo a la suma de 300 pesos. Las barajas también están a la vista: tarifazo en los servicios esenciales, aumento de combustibles y frenar a los sindicalistas que avanzan con pedidos de topes de paritarias altísimas. Si ordena esas variables, llegará al verdadero punto de partida. Los fondos norteamericanos (“Massa congenia con ellos”, recitan en el Instituto Patria, resignado a la incierta realidad política mundial), esperan para satisfacer a Massa (con contrapartidas, obvio), más al estilo de lo que hizo Domingo Cavallo, que a una dolarización a la ecuatoriana.
Massa tiene un cometido esencial. Son muchos en realidad. Destaquemos uno: movilizar los activos que los argentinos tienen escondidos fuera del radar del fisco.
No es extraño que el Senado, con la aquiescencia y protagonismo de Cristina, haya aprobado por ley la renovación de incentivos a la construcción para que los desarrolladores blanqueen fondos. Señal verde: si no se moviliza el mercado inmobiliario local, el “chiquitaje” no sacará los dólares de los colchones o de sus cajas de seguridad. Hay que engrosar las arcas del BCRA y descomprimir las protestas callejeras, sostenidas en un porcentual de pobreza inconcebible e intolerable para la Argentina.
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