La fortuna que brindan algunos libros a veces “te terminan jodiendo” y, por eso, hay que huir del encasillamiento, sostuvo Guillermo Martínez, autor de “Crímenes imperceptibles” o “La muerte lenta de Luciana B”, en diálogo con la agencia EFE durante la Feria del Libro de Rosario.
“Muchos me encasillan en esos títulos, otros no han leído las demás obras mías y hasta hay editores que solamente quieren publicar mis policiales. La fortuna de los textos es muy diferente y a veces un libro es tan afortunado que te termina jodiendo en ciertos aspectos”, dijo textualmente.
Martínez aseguró que su ambición «no es llegar a círculos más grandes de los que ya tengo. Con tener poco más de miles de lectores, que sean fieles y eso me permita seguir publicando libros, estoy más que contento».
A pesar del énfasis en mantener el “statu quo” de quién lo lee, admite su sorpresa al participar de esta feria para introducir «La última vez» (Planeta), su nueva novela, que en esta ocasión explora la intriga literaria sin olvidarse de los tintes policíacos que caracterizan su escritura, aunque la obra carezca de un tan ansiado crimen de por medio.
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Con gran generosidad, el escritor Guillermo Martínez, compartió uno de sus cuentos, en el que relata las horas finales, en la ciudadela de México, de León Trotsky, en 1940.
Adelantó, además, que su futura obra volverá a las raíces de la novela policial, con una cierta cercanía a los libros de Patricia Highsmith, con la “germinación” de la idea de un crimen en la mente de un personaje.
“Tengo bastante armado los temas principales de la novela con la idea del libre albedrío, que es una discusión filosófica y se remonta a los filósofos Immanuel Kant y Baruch Spinoza”, detalló.
“En la física hubo un experimento en ‘83 que parecía liquidar la idea del libre albedrío; entonces, situaré la novela como si fuera unos años después de esa época y, dentro de esa discusión filosófica, estará la idea de un crimen. Quiero ahondar en esta idea del policial filosófico”, abundó.
El escritor se refirió así a la teoría del neurólogo Benjamin Libet, quien en 1983 planteó la posibilidad de que la sensación de libre albedrío podría ser una ilusión. Solo queda esperar para ver cómo se adapta la filosofía al género literario de lo policial.
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