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La historia de Biró, el curioso inventor de la biromé con la que se dan dique los argentinos

Biró, un ser curioso por excelencia, vivió en Buenos Aires desde 1944. Cuenta con más de 300 patentes a nivel mundial. Infobae investigó su vida y recogió teestimonios del director de la Escuela Argentina para inventores.

La apasionante historia del húngaro Ladislado Biró – el creador de la biromé que vivió parte de su vida en la Argentina -, es recreada hoy por Eduardo Fernández, director de la Escuela Argentina para Inventores, en una nota de Fernanda Jara, en Infobae. ( Link https://www.infobae.com/sociedad/2022/09/29/era-hungaro-nacio-con-dos-kilos-y-lo-salvo-un-invento-de-su-madre-la-increible-historia-del-creador-de-la-birome/).

Orgulloso, Fernández dijo que conoció y colaboró con Biró (Budapest, 1999-Buenos Aires, octubre 1985), en los últimos seis años de su vida.

«Ten diez años – refirió -, cuando lo vi por primera vez en un programa de televisión con Chunchuna Villafañe. Era una publicidad de Sylvapen y decía: ‘Soy Biró, el inventor de la birome’... Quise conocerlo desde ese día, pero pasaron otros diez años para que me animara a buscarlo en la guía telefónica. Encontré al único Biró de la lista, lo llamé, me presenté diciendo que era inventor. ‘Véngase’, me dijo. Y me recibió en su casa de Belgrano. Charlamos como cuatro horas”, repasó.

Biró y su obra maetra

Para él, conocer al hombre que realizó tales inventos fue una mezcla de satisfacción personal con el deseo de su propio genio cumplido: estaba al lado de una de las personas más importantes de siglo debido a sus invenciones.

Emocionado por el recuerdo, lo describe: “Además de su talento, era un tipo muy generoso, abierto y flexible porque de la misma manera que me recibió a mi, recibió a muchos y no se guardaba nada”.

Biró tenía una curiosidad innata y trabajaba con las mismas inquietudes que un niño. Eso a Eduardo lo maravillaba. “Al final de su vida, seguía con la curiosidad intacta, desarrollando un invento para enriquecer el uranio. Le concedieron post mortem muchas de sus últimas patentes”, detalla y se admira del hombre que fue “un extraterrestre” por lo avanzado a la hora de sus creaciones.

“Pensar que inventó el primer lavarropas automático y la caja de cambios automática que la General Motors compró no para fabricar, sino para que no la hiciera la competencia entre 1930 y 1932, da cuenta de lo que era”, se admira el también inventor profesional y que entrevistó a Biró entre 1980 y 1985.

Fernández rememora: La especialidad de Biró era no especializarse en nada

“Sin dudas me inspiró, por eso creamos la Escuela Argentina de Inventores”, dice el también director ejecutivo de la Fundación Biró, una institución fundada en 1999 que tiene el objetivo es mantener su memoria, difundir sus actividades y promover la inventiva de los jóvenes a través de la educación.

“Para un inventor, la queja de otra persona es una idea, donde otro ve un problema, vemos una solución. No todo está inventado”, admite y recita tres frases de Biró que lo inspiran: “‘Mi especialidad es no especializarme en nada’; ‘La cuestión es siempre hacer las cosas simples, y muy bien hechas’, ‘Nunca nada me ha parecido tan incierto como la palabra futuro, pero siempre tuve planes para alcanzarlo’”.

Entre sus gratos recuerdos, rescata lo que más lo inspira: “Era una mente humilde y tremendamente talentosa. Recuerdo que trabajaba solo hasta altas horas de la noche, las cuatro o cinco de la mañana. Después llegaba el taller para continuar con lo que tenía que seguir. Como persona, era muy, muy tranquilo, un visionario de otra época y yo tuve la suerte de que en vez de de preguntarle sobre mis inventos le pregunté cómo hacía él su evolución y eso fue mucho más valioso porque para mí fueron herramientas conceptuales. Por suerte, lo hice aún siendo muy joven, tenía entre 20 y 25 años, y poca experiencia”.

“Lo que más aprendí de él – siguió – es cómo se trabaja un invento profesional. La idea de tener un problema relevante, buscar antecedentes, hacer modelos físicos, pruebas de concepto, de funciones, buscar inversores, patentar, fabricar y vender. Ese proceso no es obvio y es lo que marca diferencia. Para mi fue como si hoy un chico que le gusta el fútbol y quiere jugarlo recibe toda la enseñanza de Messi”.

El inventor decía que “lo que más valoraba de un inventor es la actitud mental, no un invento, sino ver un problema, identificarlo y hacerse amigo del problema porque significa una oportunidad de transformarlo en una oportunidad de dar una solución. ¡Una enseñanza invaluable!”, finaliza.

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