Luis Alberto Nicolao, con su estilo «mariposa», es historia en la natación nacional. A los 78 años, residente en Mar del Plata contó peripecias de su vida al diario La Nación, que tituló la nota – edificante y larga -, así: «Después de eso dejé de competir». El argentino que habría ganado el oro olímpico, de no ser por un hecho insólito (puede leerse en el link: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-colectivo-avanzaba-a-paso-de-hombre-el-argentino-que-perdio-la-oportunidad-de-ganar-una-medalla-nid26122022/
Humanidad, apenas dará una pista, con los siguientes párrafos, pues uno de sus miembros fue también socio del Ateneo de la Juventud, a pasos del Congreso, y padeció al mismo profesor de iniciación, con resultados totalmente adversos:
Comenzó probando todos los deportes: “Era lo normal, El Ateneo era la gran escuela de educación física del país, y a los chicos los hacían probar todas las disciplinas. Hice vóleibol, básquetbol, fútbol, ping pong y hasta tomé clases de teatro. Los días terminaban con natación”.
Si bien años después rompería el récord mundial como mariposista, Luis le tenía miedo a esa clase de natación. “Yo le tenía terror. No me gustaba”, dice, meneando la cabeza con gestos negativos.
-¿Cómo? ¿Usted? ¿Terror al agua?
-Sí [risas]. Es que en esa época había un ejercicio terrible… Te agarrabas de la malla en el trampolín, te tirabas en la parte honda y el profesor, desde afuera, te ponía un palo adelante. Vos tenías que manotearlo, buscarlo y llevarlo al borde. A veces te hundías mucho. Yo me ahogué un poco. Después de ese primer día dije “¡Yo acá no vengo más!”.
-¿Cómo hizo durante los días siguientes?
-Para hacer ese ejercicio se armaba una fila que iba desde el cuarto hasta el quinto piso, donde estaba la pileta. Cuando yo llegaba arriba, bajaba nuevamente: iba al baño, hacía la fila de vuelta y me pasaba la hora así, para no meterme al agua. Eludía el ejercicio.
-¿Cuándo desapareció el miedo?
-Había un nadador llamado Fernando Fanjul [categoría ‘41] a quien admiraba mucho. La pucha que quería nadar como él… Fue él quien me ayudó a llegar, fue él quien venció al miedo. Entonces, un día, me presenté y dije: “Quiero competir”.
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