¿Y si nos salta el enano fascista?

Por Ernesto Jackson

Lunes 15 de mayo. 10 de la mañana. Mientras nos desayunamos con las medidas económicas que el inefable Sergio Massa le lanza al país con la pretendida esperanza de que le otorguemos una cuota más de vida para sobrevivir al caos económico y social generalizado, los argentinos amanecemos con dos castigos. Inmerecidos, insoportables, inadmisibles, propios de un país manejado por idiotas, por irresponsables bien atornillados a sus cargos. Sin intención de largar el queso que les garantizan un buen pasar. Y en muchos casos, su futuro.

El gremio que regentea al personal de los subterráneos, bajo el pretexto de reclamar por mejores condiciones de salud en sus trabajos (el asbestos, que la afectaría, según argumentan), dispusieron parar todas las líneas de la red en la Ciudad de Buenos Aires. Pero lo hicieron con diagramas perfectamente diseñados para que todos los trabajadores, sin excepción, resulten afectados. Así, las líneas A, B, C, D y H  cesaron sus servicios dos horas a cada uno, de forma que cuando una terminaba con la inactividad, comenzaba otra. Y así, todas.

Ergo, miles y miles de trabajadores afectados, con pérdidas de salarios, presentismos y demás derechos adquiridos con justicia.

Mientras todo esto ocurría, las autoridades encargadas del tema se desgañitaban aclarando que “no hay peligro con el asbestos” y que los sindicalistas “ni siquiera pueden decir cuántos trabajadores tuvieron afectados” por esa causal.

Por otra parte, a las 10, un grupo de vecinos cortaron la Autopista Ricchieri a la altura del kilómetro 14. Caos infernal. Miles y miles de autos y camiones, atascados. Conductores y pasajeros, indignados, llenos de furia y a segundos de explotar, veían con impotencia que las autoridades no intervenían.

¿El argumento? Esta vez, los vecinos se quejaron por una cuestión muy puntual con la Policía en la zona. La consideraron válida como para afectar el tránsito por una autopista por cuatro horas, con graves consecuencias.

Otra vez, miles y miles de argentinos terminaron con sus derechos pisoteados a moverse libremente. ¿Y la autoridad responsable? La miró por televisión. Ni siquiera se ordenó la ida de un autobomba o un camión hidrante, no ya para despejar la autopista, sino sólo para apagar el fuego en los neumáticos que sirvieron para alimentar el caos.

La pregunta que hace rato ronda la cabeza del argentino afectado a diario: ¿y si alguno pierde el control, le salta el tan mentado “enano fascista”, y a los insultos le agrega una “herramienta” y desata una tragedia?

¿Por que no pensar que quién ve a diario perder sus derechos, podría perder el control sobre sí mismo, arremeter con un arma, un hierro o su propio vehículo, contra quienes le impiden el ejercicio de sus derechos?

¿Y si eso ocurriese? ¿Y si argumenta que los derechos de los manifestantes terminan donde comienzan los derechos del resto de los ciudadanos? ¿Cuál sería el fallo de la Justicia? ¿Es correcto, justo, conveniente, ajustado a derecho, que el Estado negocie con manifestantes para que estos ejerzan su derecho a la protesta sin perjudicar a los demás?

Es urgente que el Estado, sea nacional, provincial o municipal, asuma su rol. Antes de que sea tarde.