«Los adolescentes son pura pulsión de vida»

Apasionado por la música y la enseñanza, el compositor y vicerrector de la Escuela María Claudia Falcone, del barrio de Palermo, Pablo Aguirre, concedió a Humanidad una entrevista donde se tocaron temas que van desde la paternidad, la educación y los jóvenes, hasta el rol del docente en el siglo XXI, la «deconstrucción» del hombre y el rol del feminismo.

¿Cómo se llega a elegir la enseñanza como forma de vida? ¿Cómo fue tu experiencia?

Para empezar, la enseñanza ha tenido en mi vida muchas etapas, ya de por si en el nacimiento. Mi abuelo era director de una escuela, mi mamá y mi papá eran docentes, es decir que siempre viví alrededor de la enseñanza. Empecé a dar clases a los 20 y pico de años. Estuve un poco en primarios, terciarios, hice cosas en la Universidad del Litoral, dirigí la parte de extensión universitaria de medicina de la UBA. Lo que jamás me había imaginado era trabajar en una institución secundaria. Por las carreras que hice, puedo ser profesor de secundaria como no. Pero hubo dos cosas muy importantes. Primero que pasé un secundario muy horroroso, como una de las peores etapas de mi vida y segundo que yo nunca sentí la necesidad de ser padre y la primera vez en mi vida que descubrí la sensación de paternidad fue llevando a una alumna de la Falcone en una ambulancia al hospital hace 6, 7 años. 

¿Se podría decir que con la enseñanza descubriste la paternidad?

Más que descubrir, la sublimé. Porque a esta altura no se si hubiera sido una persona para ser padre. Creo que es una responsabilidad que no hubiese estado capacitado ni dispuesto para asumir. Pero lo raro es que a pesar de tener parejas, no me surgió la necesidad genuina. Yo conozco gente que tiene la necesidad y otros que no. A mi no me pasaba. Y el episodio son esa alumna lo sentí, fue muy especial. Me doy cuenta con otra chica a la que tuve que asistir este año, que a este trabajo le estoy poniendo algo más allá de mi obligación. Algo que va más allá del trabajo y soy plenamente consciente. Si fuese por trabajo, me tendría que ir de acá todos los días a las 6:30 de la tarde y a veces me quedo recibiendo a padres hasta las 9 de la noche.

Poniéndonos un poco más filosóficos, cuando la escuela queda vacía y se mantiene el silencio y el vacío de los alumnos, y en éstos cuando la escuela se vuelve un recuerdo, un silencio memorioso, ¿qué pasa ahí? ¿Qué queda?

Cuando los alumnos se van, esto se convierte en un edificio público. Lo que hace que esto sea una escuela, es que haya jóvenes, con todo lo bueno, lo malo, lo perfecto, lo imperfecto, lo indisciplinado. Los adolescentes son pura pulsión de vida y eso es lo que hace que esto sea una escuela. Cuando todos se van, que es cuando me quedo con la persona que cuida la puerta y algún padre o madre que viene a hablar, esto podría ser un CGP, cualquier lugar, sin el carisma y la magia de este lugar, que son los alumnos. Soy consciente de que hasta la persona que hace algo mal, hace que esto sea una escuela. Por eso cuando tengo que sancionar a alguien o ese tipo de cosas es muy raro que le grite a los chicos, porque no tengo un enojo contra quien hizo una transgresión. Simplemente trato de enseñarle a cumplir normas.

Desde tu rol de músico, ¿cómo se puede concebir al arte? ¿es un instrumento social que nos transforma a través de un otro o una herramienta para educar?

Creo que el arte es una manera de mirar el mundo y la vida. Por eso creo que todo el mundo tiene que tener algo artístico. Es como que me dijeses que la gente camine con una pierna. El arte como el lenguaje, son la vista que te permiten mirar, entender y comunicarte en el mundo de otra manera. Me parece muy importante separar al arte de industria cultural. El arte es algo mucho más personal, más íntimo, sea parte de una industria o de una cultura under, es en primer lugar una manera de ver la vida y de relacionarse con una sociedad. Yo soy un tipo que compone todo el tiempo, que hace proyectos con gente del ámbito nacional y del exterior.

«El mundo está abierto. Es para la gente que se abre, que se busca. No hay que desanimarse por las puertas cerradas, porque siempre hay una puerta que se abre»

¿Y hay fronteras u edad para el arte?

No, las fronteras y los límites los tiene uno en la cabeza. Yo como artista, como persona, como todo, además de los límites biológicos, tengo límites que me los pongo personalmente. El mundo está abierto, es para la gente que se abre, que se busca. No hay que desanimarse por todas las puertas que se cierran porque siempre hay una puerta que se abre y es por ahí que hay que ir. Te voy a contar algo muy personal. Como actitud de vida, más que protestar contra lo que pasa, soy un eterno buscador, con una actitud de saber lo que quiero y lo que no quiero. Trato de hacer lo mejor que puedo en esa oportunidad que la vida me pone.

Eso es un buen ejemplo mismo para los jóvenes…

Por empezar no me considero con capacidades de ser ejemplo de nada. Tuve la dicha, casi como un don, de saber lo que quería. No estuve buscando qué quería hacer, me vino conmigo. Me encontré en distintos momentos con que estaba haciendo cosas porque las quería hacer. Entonces, lo que veo en los adolescentes es que hay muchos que están muy perdidos en cuanto a qué hacer. No tienen el más mínimo horizonte. Ahí no creo que les sirva de ejemplo, porque nací como con un traje puesto a medida. Siempre di vuelta en actividades que tenían que ver con la educación o con el arte.

Y hablando de la escuela, ¿cuál es el sentido de comprender más la comunicación social y los temas de enseñanza actuales? ¿Cuánto vale la información y la educación actualmente?

Respondiéndote con mi subjetividad, como a lo largo de esta entrevista, creo que el sentido de la educación es completamente distinto al pasado, en el sentido de que no tenemos que ir a buscar la información, porque está toda en la red. Lo que tiene que hacer un docente, es seleccionar buena información pero fundamentalmente guiar un proceso en el que los alumnos hagan algo. Vos ya nos sos «el maestro», como en la época de mi colegio secundario, con un profesor hablando 80 minutos sin parar y los alumnos copiando. Eso hoy sería un fracaso absoluto. Al margen de esto, veo un momento muy crítico de la escuela secundaria y de la Falcone mismo. Veo cierto conflicto de identidad en el sentido desde que estoy acá, año 94, es una escuela que siempre estuvo en situación de lucha, que era por el edificio. A veces no está claro con qué se lucha. La última movilización que veo con mucha validez, que tiene que ver con la sociedad, es el movimiento feminista. Lo veo positivo en cuanto al reclamo que se hacen. En la escuela me alegra contarte que hay un grupo de chicas que van a ir al Encuentro Nacional de Mujeres, que hay una Consejería de Chicas para chicas, que el año pasado había una Comisión de Género.

¿Y cómo afecta todo eso a los hombres?

Esa es la pregunta que yo me hago. Porque somos parte del mundo también y es interesante ver cómo detrás de la movida feminista, uno puede aprender y reconocer elementos machistas que se tienen en la cabeza. Personalmente le agradezco a las alumnas de la Falcone, que me han «deconstruido». El otro día veo en internet un fragmento de la película de Porcel y Olmedo y digo «cómo puede ser que cuando yo era chico esto era algo que se veía«. Son dos ídolos del humor nacional y tenían una carga machista total. De ahí a que se escrache a un tipo que se desubicó con una rusa en el Mundial, me parece que hubo un gran proceso. En los hombres creo que podemos encontrar una liberación, porque esta nueva mujer que emerge, nos saca una carga muy grande.

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