Estoy escribiendo esto siendo las dos de la mañana. Durante los últimos cinco días mi vida no varió demasiado. Cuando andaba con ganas de ver el sol me levanté a las 8:30 de la mañana, y cuando mi cuerpo me obligó a quedarme en la cama me desperté en horarios obscenos que no puedo declarar públicamente. Es que yo soy uno de los afortunados que aprendió a vivir en casa mucho antes de que todo el mundo gritara «¡quedate en casa!».
En la tele y en las redes sociales nos vamos a cansar de escuchar a psicólogos, columnistas y figuras influyentes hablando de «la depresión que trae el tiempo libre de la cuarentena en el hogar». Muchachos, muchachas, levante la mano el que no conozca la depresión. Así es, ¡la conocemos todos!
Lo que pasa, o mejor dicho, lo que yo pienso que pasa, es lo siguiente: el mundo adulto necesita movimiento. Hay algo que se llama «sistema», y ese sistema es el que mueven nuestros padres, madres, y que movieron nuestros abuelos y abuelas. Entonces, mientras las rutinas y la subordinación a una empresa y a un jefe que nos hostiga y nos premia aparecen, el tiempo libre que teníamos en la adolescencia comienza a desvanecerse.
Por suerte yo tengo 18 años. El mundo ya va a empezar a maltratarme pronto, si es que no empezó aún. Pero digamos que aún continúo en una etapa donde se me permite soñar y ver la vida como un gran horizonte con pocas obligaciones.
Toda esta nota se resume en eso: las obligaciones. Las personas que venían trabajando allá afuera, o haciendo cualquier tipo de actividad que les gustara/debieran hacer, van a cambiar su forma de vida completamente, teniendo mayor tiempo libre. Es decir, vamos a convertirnos todos en adolescentes.
Adolescentes que limpian la casa, que cocinan, que deben cuidar a sus hijos y blah, blah, blah. En fin, la depresión ya la conocemos. No nos escandalicemos tanto por eso. A lo sumo, lo que aún no terminamos de conocer es a la humanidad.
Pase lo que pase con el coronavirus, si este encierro nos sirve para encontrar una paz interior y conocernos más a nosotros mismos, bienvenida sea la adolescencia, a pesar de saber que esta etapa de la vida no se destaca mucho por su tranquilidad con el Universo. Más bien, todo lo contrario.


0 comments on “El coronavirus nos hizo adolescentes”