Por Iván Schardgrovsky
Hola, ¿cómo estás? Hace años, cuando jugábamos un torneo de fútbol amateur, el capitán del equipo nos dio en el partido previo a salir campeones una directiva que me va a costar olvidar: “Tenemos 11 amarillas, gastémoslas todas”. Es lo que parecen haber decidido para el AMBA: utilizar todas las camas de terapia intensiva. Arriba los corazones.
No existe este Alberto sin Cristina ni esta Cristina sin Alberto. Por eso la oposición busca, con inteligencia y perseverancia desde el primer día, generar malestares en el binomio presidencial. Y a veces recibe la inestimable ayuda de vectores oficialistas.
A partir de esa máxima –que en este caso es mi verdad relativa– se puede empezar a aproximar lo que fue la última semana del Frente de Todos con el tuit de la vicepresidenta como disparador que, a mí juicio, contiene un error de enfoque: el empresario es lo que tenga que ser para sobrevivir y fuga en un país donde sobrevive el que lo hace. Desde el Rodrigazo para acá, cualquier hombre –o mujer– de negocios sabe que si quiere proteger su compañía tiene que cubrirse de una potencial devaluación. En palabras del maestro Aldo Ferrer: “Si traés un empresario alemán y lo ponés a producir en Argentina, en tres meses está comprando dólares”.
El fastidio vicepresidencial por la foto del 9 de julio generó en el círculo rojo las preguntas habituales que le impiden comprender a CFK hace más de 13 años: “¿Para qué hizo eso Cristina? No lo entiendo”. La pregunta podría invertirse y tendría más lógica desde el punto de vista de la construcción política, que es, luego, lo que te permite ganar elecciones: “¿Cómo se le pasó a los organizadores del acto no convocar a la presidenta del Senado y socia mayoritaria con el 85% de los votos de la coalición?”. La ausencia de Hugo Yasky o de los movimientos sociales fueron errores reconocidos por el propio Presidente en un muy buen reportaje brindado al diario Página/12.
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