Alguien publicó hace unos años en sus redes sociales una foto dónde se ve a un hombre de mediana edad, barbado y con anteojos, tomando del brazo a Jorge Luis Borges, y caminando ambos por una senda peatonal de la antigua avenida Corrientes. La imagen va acompañado de un diálogo irreverente y, presume Humanidad, ficticio. Se comparte:
-¿Le ayudo a cruzar?
– Sí, por favor.
-¿Usted es Borges, no?
– Sí, momentáneamente.
-¿Sabe? Yo soy peronista.
– No se preocupe. Como puede apreciar, supongo, yo también soy ciego.
-Tranquilo, maestro, no pensaba dejarlo en el medio de la calle. Además, muchos peronistas como yo adoran su escritura.
– ¿En serio?
-Usted escondió sus dos primeros libros de poemas que exaltaban el nacionalismo (Fervor de Buenos Aires y Cuaderno San Martín) a pedido de Victoria Ocampo y demases gorilas del grupo Florida.
–¿Cómo lo supo?
-Porque, como usted dijo, no soy ni bueno ni malo, soy incorregible, como todos los peronistas. Y me gusta la Historia completa. No sólo la de Mitre.
-¿Como a Marechal?
-Más o menos.
–Era bueno Marechal. Se lo dije.
-Lo sé, maestro. Usted no es tonto. Por eso me gusta.
–¿De veras?
-Claro que sí.
Llegamos, Borges ¿Puede seguir solo?
– Claro. Siempre estoy solo, incluso cuando me siento feliz.
-Hágase peronista, entonces. Es feo ser feliz en soledad. Me lo dijo Leonardo Favio
¿Lo conoce?
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