Por Horacio Verbitzky (El Cohete a la Luna)
En un estilo que no se le conocía, el Presidente Alberto Fernández gritó ante un plenario del partido justicialista del municipio de José Paz: “Necesito de todos y cada uno de ustedes que estén convencidos. Porque el que quiera hacerles creer que en el 2023 estamos perdidos, ¡un carajo estamos perdidos!”
En el mismo municipio, que Mario Ishii gobierna desde 1999, salvo dos años en los que fue senador bonaerense, Alberto había anunciado el 8 de marzo que el año que viene buscará un segundo mandato presidencial. Y Santiago Cafiero venía de declarar que el único imprescindible es el Presidente y que nadie está obligado a formar parte de un gobierno con cuyo rumbo no coincide. Una senadora le recordó que también la Vicepresidenta CFK fue electa por el voto popular. Cafiero ha sufrido otra enmienda: como si fuera una devolución de la gentileza que padeció Felipe Solá, el papa Francisco le hizo saber que cancelaba la audiencia programada, cuando el canciller ya había emprendido el viaje. Peor fue el motivo alegado: un dolor en la rodilla. Maestro de la ambigüedad, el Pontífice había recibido días atrás a Wado de Pedro.
También le envió una carta a Gustavo Sylvestre en la que le dijo que los periodistas suelen caer en los pecados de “la desinformación, las calumnias, la difamación y la coprofilia” y que algunos lo hacen por paga. Pero a Joaquín Morales Solá le dijo que le había pedido a Sylvestre que no publicara la carta, en la que sólo quiso “marcar las tentaciones a las que puede verse expuesto un periodista. De la misma manera, marco las tentaciones a las que pueden verse expuestos los sacerdotes, los obispos y ¡hasta los papas!” Lo de las tentaciones es un agregado que no está en el texto.
En apariencia, el carajeo presidencial fue la respuesta al vaticinio de Cristina, de que con la actual política económica no hay forma de ganar una elección. Pero ella lo viene advirtiendo en público desde diciembre de 2020, cuando en presencia del Presidente exhortó a alinear precios y tarifas con salarios y jubilaciones. Alberto, en cambio, pensaba que el Frente de Todos se impondría en los comicios de medio término, si bien por un margen menor que en los presidenciales de 2019. ¿Por qué, entonces, tanto enojo recién ahora?
Tal vez la explicación de estos gritos pueda hallarse en los susurros cada vez más audibles por parte de gobernadores, intendentes y hasta ministros del Poder Ejecutivo Nacional, que reclaman al Presidente respuestas enérgicas, no contra Cristina sino para domar la inflación que hace estragos en el poder adquisitivo de los salarios. Las provincias, además, temen por la poda a las transferencias discrecionales de recursos del Estado Nacional que exige el FMI. Hasta la CGT reclamó por escrito medidas efectivas para defender el salario contra el avance de los precios al consumidor.
Las pintadas aparecieron en La Plata. Sólo dicen Cristina 2023. No tienen firma y nadie las ha reivindicado como propias. Desde el camporismo, ante una consulta para esta nota, alegaron desconocimiento. “Debe ser una respuesta a Tolosa Paz”, fue lo más específico que dijeron, una sentencia que no puede desvincularse del acto que Alberto Fernández encabezó el 23 de febrero en el lanzamiento de una agrupación universitaria que responde a la diputada de la sonrisa inmutable. Desde las oficinas del Senado con acceso a la Vicepresidenta, la negativa es rotunda: Cristina no piensa en regresar al puesto que ocupó entre 2007 y 2015 y sólo le preocupa que la actual gestión no termine en forma catastrófica. En las redes antisociales, autodenominados Cibermilitantes del FDT lanzaron los hashtags #Hay2023ParaElPueblo, #CristinaPresidenta y #Cristina2023. Pero no sólo ellos: lo mismo hicieron el dirigente de la CGT, Walter Correa, del gremio de curtidores, y Carlos Bianco, el jefe de asesores del gobernador bonaerense Axel Kicillof.
Al mismo tiempo, otros muros de la misma ciudad de La Plata (gobernada por los Cambiantes) comenzaron a postular la reelección de Kicillof, todo lo cual revela que el año electoral ya comenzó. En realidad, lo inauguró el presidente el 17 de noviembre, al anunciar su disposición a participar en una elección primaria y lo único que debería sorprender es que no hayan surgido antes las respuestas públicas, ya que las privadas abundan. Hasta queda espacio para el humor: Luis D’Elía afirmó que la fórmula para 2023 no podrá ser otra que Alberto y Cristina.
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En una nota titulada como crónica policial, el periodista y escritor extrae una conclusión: para rehacerse, dijo, el Gobierno necesita un acuerdo entre Cristina, Alberto y Massa, con el aval de los gobernadores peronistas.
El eje que en forma obsesiva instala la trifecta mediática, a la que se suma la declinante señal de cable de Cristóbal López y Fabián de Sousa, es el antagonismo entre el Presidente y la Vice. Las diferencias entre ellos respecto de la política económica son explícitas, pero no agotan el catálogo de contradicciones dentro del Frente de Todos.
La amenaza de adelantar la fecha de las elecciones provinciales, para que no coincidan con la presidencial, es tan grave como si se plantara el motor de un helicóptero en medio del vuelo. Las constituciones provinciales de Santa Fe, Tierra del Fuego y Chaco prohíben que se vote el mismo día para la gobernación y la presidencia, y varias provincias estudian sancionar el desdoblamiento, entre ellas Formosa, Buenos Aires, Santiago del Estero, Catamarca y Córdoba. Muchos alcaldes del FdT presionan en la misma dirección.
El colaborador presidencial Julio Vitobello consiguió que los gobernadores anunciaran la suspensión del segundo encuentro en el Consejo Federal de Inversiones, pero no que desistieran de realizarlo. En esa cita, que se realizó sin publicidad, hubo un fuerte reclamo al Poder Ejecutivo, en demanda de la continuidad en sus cargos del jefe de gabinete, Juan Manzur, y del Ministro del Interior, Eduardo de Pedro, señalados por medios que se nutren del entorno presidencial como candidatos al relevo. Manzur y De Pedro son los interlocutores de la Nación con las provincias.
El malestar entre los gobernadores no se expresa sólo según intereses económicos y líneas ideológicas, como lo sugiere el diálogo entre Coqui Capitanich y El Gringo Schiaretti, el más cercano y el más distante de la Vicepresidenta. Un eje que no goza de buena prensa pero que se manifiesta con mucha fuerza es el fastidio de los provincianos con un gobierno que perciben como definidamente porteño, pese a la insistencia presidencial por manifestarse como abanderado del federalismo. Hace diez días, en un viaje a Tucumán dentro del programa de capitales alternas, Alberto repitió que la Capital Federal debería mudarse al Norte Grande. Alfonsín, como algunos aún recuerdan, llegó a anunciar el traslado al sur y al frío. Brasil hizo realidad la idea de la mudanza, de Río a Brasilia. La Argentina la acaricia en forma viciosa, desde que Artigas lo planteó por primera vez hace 209 años.
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Una gota ácida más en la disputa en el oficialismo gobernante, la dio Santiago Cafiero. Manifestó que él único imprescindible es el Presidente Fernández y que el ciclo del ministro Guzmán aún no ha concluido.
Un ministro de mucha confianza del Presidente dice que ya no sabe qué hacer para disuadirlo de la idea de una interna con el kirchnerismo. “Si nuestros votos son el 30% del electorado, 28% siguen a Cristina”, alega. Muy cómodos en su rol de administradores de la pobreza, los eviteros mantienen la ficción contraria, a pesar de la experiencia que ya hicieron hace cinco años. Lo ven como una opción win-win, porque han aprendido a medrar bajo administraciones distintas. Ahora anuncian una marcha para el 1° de mayo, en apoyo al Presidente y al anunciado tributo a la renta inesperada, de cuya existencia real hay más que dudas.
El modo en que Guzmán lo introdujo, sentado junto a Fernández, fue tan vago como el de la guerra contra la inflación: el ministro dijo que “en las próximas semanas” iniciaría consultas con las cámaras patronales para elaborar el proyecto.
Más aún, en una nota de opinión titulada “Los tropiezos de Cristina”, el matutino Clarín narró el presunto diálogo entre Guzmán y el CEO de una poderosa cerealera.
—Vos sabés que ese proyecto no pasa el Congreso— habría dicho el hombre de negocios.
—No se va a aprobar. Pero nosotros primereamos y le sacamos la bandera a Cristina— habría sido la respuesta ministerial.
Un verbo bergogliano. ¿Alguien se lo habrá sugerido?
- El link con la nota completa: https://www.elcohetealaluna.com/gritos-y-susurros/
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