Cualquier escrito redactado en la efervescencia política de estas horas lo más probable es que tenga por destino el tacho de basura: ¿Asamblea Legislativa como pregona en el desierto el ultra papista Guillermo Moreno, emulando el papel de Eduardo Duhalde en la crisis terminal de 2001? ¿Elecciones anticipadas? ¿Qué el Frente Renovador, que tiene por timonel a Sergio Massa – nexo entre los “persuasivos” (sic) Alberto Fernández y Cristina Kirchner, se haga cargo de la brasa ardiente de la economía? ¿Qué, a la vez, se impulse a Martín Redrado como ministro (NR: fue el titular del Banco Central por orden de Néstor Kirchner, antes de “amotinarse)? ¿Qué se catapulte al titular del INDEC, Marcos Lavagna, con el asesoramiento de su padre, Roberto, prestigioso salvador en el primer tramo de la era K?.
“Cualquiera que vaya en crudo a reemplazar a Martín Guzmán (quien plantó bandera de rendición diciendo que lo primordial es trabajar en un acuerdo político hacia adentro), estará expuesto a una transición, como un fusible de poca resistencia”, se animó a especular – mero divague entre nerviosas gestiones domingueras -, un partícipe de los parches internos en la coalición del Frente de Todos.
¿Alberto seguirá hablando de reelección? Parece imposible. Humanamente, es comprensible que aspire a llegar a terminar su mandato después de que Cristina lo corrigiese sobre el arte de conducción política, basada en un libro de Juan Domingo Perón.
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Al exponer en el encuentro de la Iglesia en Mar del Plata, el exsecretario de Comercio, aseguró que si se logra bajar el precio de la comida, cambiará el humor social en la Argentina.
“Se persuade (palabra de moda) con hechos y con ejemplos”, lo amonestó “positiva” y “pum para arriba” Cristina, en el multitudinario acto de Ensenada de la víspera.
Cristina, quien hoy por hoy no aspira – sensatamente – a ser candidata en 2023, pidió terminar “con el odio” hasta con “el metafísico” que se prodiga al cuerpo sin vida de Eva Perón. Y propuso – como Melconian, que no piensa casi en nada como ella -, a todas las fuerzas políticas, obreras y patronales “sentarse a discutir en serio” a qué se debe la inflación y los efectos deletéreos de la economía bimonetaria.
Normas; unidad de cuentas; una moneda de reserva y otra de transacción. Después de enumerar esos rubros, acotó: “Si no acordamos eso, estamos sonados…tenemos que hacerlo. La situación argentina es muy grave y están los que conspiran contra el gobierno y el país,. Eso repercutirá en todos. Nadie ganará. Me reuniré con quien tenga que reunirme, para auscultar nuestro juramento y tratar de persuadir al otro también”, dijo dejando la incógnita abierta.
Maltrecha la relación con el Poder Judicial y a la vista el reparto de sopapos a través de la lengua en la propia fuerza – la oposición no está mucho mejor, pero tiene la comodidad de mirar por la ventana -, la solución debería pasar por el Congreso. Quizá llegar al extremo de convocar a una Asamblea Legislativa, sería ir muy lejos. Pero que el Parlamento debería tomar los riendas sería lo más atinado. Ahí reinan pero no gobiernan, dos de los tres integrantes de la fuerza que derrotó a Macri-Pichetto, en 2015. Hay que ayudar a Alberto. ¿Se dejará?
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