En la vida existen muchos momentos de decisión. Con quién estar, en qué trabajar, qué estudiar, cómo vivir, qué admirar, qué odiar. Para bien o para mal, nuestros ámbitos de pertenencia, desde el primario en la niñez hasta los que uno va encontrando (y eligiendo) en la adultez, a veces nos dictan la forma en que deberíamos ver al mundo. Esto puede llegar a ser un accionar involuntario por parte de nuestros formadores. De esta forma, nos generan preconceptos y creencias. Son esas creencias las que pueden definir nuestra estadía por la Tierra, nuestros grandes goles y nuestros grandes contras.
Lastimosamente muchas personas viven bajo un velo de fantasías que nada coinciden con la realidad. ¿Qué es la realidad? Bueno, es justamente lo que cada uno cree que es, porque de alguna forma la realidad se construye con la fuerza de esa creencia que convence a tal grupo de que A es B. ¿Y qué pasa cuando A no es B, sino que A es A? Ja, qué fácil sería todo, ¿cierto?
Los seres humanos discutimos (históricamente, con guerras) por el significado y lo que representa cada cosa. Por supuesto no nos vamos a pelear únicamente por nuestras opiniones. Las opiniones van acompañadas de una piedra clave: los intereses.
¿Qué interés tiene mi equipo de que A sea A, si en realidad nos conviene que sea B? Así, se confundirá a quien se pueda para que lo nuestro sea pura ganancia. Aquí entra un tema clave: la ética. Gracias a esta los humanos podemos decir que somos una especie digna de permanecer en el planeta. Si no fuera por los escrúpulos, por la vergüenza, por el arrepentimiento, por la comprensión, y por sobre todas las cosas, por la empatía, este lugar sería el mismísimo infierno.

Ahora bien, ¿qué es la realidad? Responder a esta pregunta de forma sincera se le hace difícil hasta al más neutral de la película. Podemos decir que la realidad es lo que vemos. Un árbol, autos, gente pasar, cielo, nubes. Pero somos humanos. Hay pizcas ideológicas en cada cosa.
Hay un sujeto dominado por cierta circunstancia que lo lleva a estar ahí, entregando su tiempo. Esto puede ser sumamente frustrante, acatandose las tareas con resignación, para que con el tiempo se convierta en lo cotidiano y en lo “naturalmente aceptado”. ¿Pero qué pueden hacer aquellos y aquellas que quieren decidir por ellos mismos?
Liberarse. Al igual que la realidad, la libertad es sumamente problemática al momento de describirla y por sobre todo, sentirla. Podemos sentirnos libres cuando somos esclavos. Podemos sentirnos esclavos cuando somos libres. Así de loco es el ser humano.
La libertad tendría como objetivo conseguir la autonomía personal a toda costa -sin dañar a quienes están a nuestro alrededor- para dejar de ser influenciados por los deseos de otros. Un “no”, una elección propia, pueden ser un acto sumamente liberador. Y por más que decidamos en base a alguna creencia que nos quedó del pasado o del propio presente, al menos lo hacemos conscientemente. Dejar que te decidan la vida puede llegar a ser perjudicial para quienes buscan la emancipación, y tanto el cuerpo como la mente lo hacen notar.
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