Opinión Tecnología

Las máquinas manejan datos, masifican el consumo y modelan afectos

Como difusor filosófico, el psicólogo Daniel Salerno, explica la incidencia de las nuevas tecnologías en la subjetividad de los seres humanos. "Nos autoexplotamos creyendo que nos estamos realizando", concluye.

Por Daniel Salerno (El Diario del Mar)

¿Cuántas veces ingresamos a nuestros dispositivos digitales – celular, Tablet, PC -, a consultar algo y nos quedamos muchos minutos ahí, para luego cerrarlo y darnos cuenta de que no hicimos lo que nos proponíamos hacer? ¿Con qué se relaciona esta distorsión en nuestra forma de experimentar el tiempo? ¿Cómo modifica nuestra forma de pensar, sentir, interpretar o «armar» el mundo la era digital con las nuevas tecnologías de comunicación basadas en respuestas instantáneas, redes sociales y grupos de comunicación?

Un pensador actual que puede arrojar algo de luz en las tinieblas tecnológicas es el filósofo coreano Byung Chul Han. Hoy la velocidad de las comunicaciones es casi instantánea. Esto genera una no mediación temporal entre el pensamiento, el acto y la comunicación.

No existe la intermediación del proceso de pensamiento por el cual uno puede frenar o inhibir impulsos o reflexionar sobre lo que luego va a responder. Por un lado, aparecen las oleadas de indignación en las redes sociales y por otro comienza a vivenciarse una alta frustración ante el tiempo perdido.

Es decir, nuestra subjetividad comienza a cambiar la vivencia del tiempo.

Otro cambio que va a ocurrir es la expulsión de lo distinto (título de una de las obras de Han). Cuando expulsamos lo distinto y sacamos fuera de nosotros y nuestro horizonte todo lo que no identificamos como nuestro o nosotros, se dificulta poder acercarse a un mundo diverso y plagado de matices y diferencias. Esto se da también en las relaciones amorosas. «Amar al otro sin su alteridad es consumirlo. En esta época de comunicaciones múltiples, instantáneas y sin mediación, vivimos encerrándonos en el infierno de lo igual», al decir de Han.

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Las redes tecnológicas sociales, con sus lógicas de algoritmos, van presentándonos un mundo dónde cada vez nos autoafirmamos en nuestras creencias y eliminamos o «cancelamos» lo distinto. Vamos por la vida creyendo que «la gente» y «el mundo» son, piensan y sienten de forma parecida a la nuestra. Esto genera frases dichas en espacios comunes, negocios, oficinas, lugares donde gente sin conocimiento se reúne, sin ningún tipo de atisbo o posibilidad de que exista gente que no piense de la misma forma que uno. Por ejemplo, una persona entra a un comercio y dice: «estos negros son todos iguales» y no considera que sus interlocutores acaso piensen de otra manera.

Vamos viviendo en un aturdimiento de estímulos y poca capacidad de concentración. Cada vez es más difícil sostener la atención, vamos de un pensamiento a otro sin poder elaborar tramas, historias o permanecer en algo. Disminuye nuestra tolerancia a la frustración. Todo nos fastidia, nos enoja. El aturdimiento nos somete y esclaviza, dice Han.

Llegar a este estado de cosas, a esta forma de vida, fue un proceso incorporado, asumido como que así es o debe ser. Y tal vez las máquinas ya ganaron la guerra de la película Terminator (1984). Y muchos (la inmensa mayoría) no se dan cuenta aún. Tal vez las máquinas ya gobiernan nuestra subjetividad.

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Muchas personas perciben que cuando uno ingresa a un buscador, al poco tiempo comienza a recibir publicidades de los objetos que fue recorriendo. Este es el primer nivel de reconocimiento del manejo de nuestros datos.

Existe un segundo nivel: el de la venta de esos datos para crear masas homogéneas de consumidores de lo igual.

Pero el tercer nivel de profundidad tiene que ver con la forma en que estos dispositivos van modelando nuestras formas de pensar, sentir y hasta nuestros afectos y emociones más íntimos.

Hace poco en una reunión privada, pude ver la repetición de frases como «vamos a ser Venezuela»,» esto es una infectadura», etc., repetida por gente común y trabajadora, tal como la oyen en las grandes cadenas de medios. Imposible dejar de pensar en el grado de influencia de estos medios y sus distintas cadenas de trolls y fake news.

La gravedad en esto radica en cómo se performa y transforma la subjetividad en detrimento del propio y posible juicio bien fundado. Es muy difícil para mucha gente reconocer que su pensamiento está influenciado y dominado (herida narcisista se diría desde el psicoanálisis).

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Este es el centro del cambio de subjetividad. Creyendo que somos libres, estamos sometidos a los poderes fácticos aún más que en la vieja época de las sociedades disciplinarias. Vivimos en una sociedad narcisista y del rendimiento, en palabras de Byung Chul Han.

HOY NOS AUTOEXPLOTAMOS CREYENDO QUE NOS ESTAMOS REALIZANDO. Cualquier semejanza con el emprendedurismo y demás teorías de formas laborales basadas en la perdida de derechos adquiridos por los trabajadores a lo largo de décadas y luchas, queda a cargo (y cuenta) del lector.

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