Por Ernesto Parga Limón
- «El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no…
Venimos de regreso de la Isla del Padre, el paseo resultó maravilloso, una comida en un restaurante de lado de la laguna, una caminata en la playa, un momento que al instante se convierte ya en inolvidable. Las sillas de frente al horizonte, la música de las olas acompaña la risa que brota espontánea y acaricia al alma. Vino, queso, botanas, recuerdos y experiencias compartidas: la formación de los hijos, la superación de los retos del pasado, la certeza de saberse amado y la conciencia común de que debemos seguir siendo ejemplo para nuestros hijos; todo esto amalgama la ocasión perfecta para sentir la fuerza de la vida y la enorme gratitud por la compañía.
Somos tres matrimonios que en total sumamos 107 años de casados, 35, 35 y 37 años respectivamente.
¿Alguien duda que el amor puede ser eterno?
Somos 6 que en algún momento del camino descubrimos que en el amor uno no cuenta…que cuenta el otro.
Hace días se casó mi hijo, solo deseo para el nuevo matrimonio, que aprendan lo más rápido posible, que el amor es potencialmente eterno, que la voluntad de seguir es más fuerte que cualquier desencuentro. Que la negación del yo egoísta termina en fortalecimiento del nosotros plural y generoso que todo matrimonio deberá de conformar.
Mi compadre Martín al volante, un auténtico hombre hecho a sí mismo, todo bondad y todo compromiso, que pone pasión en cada lugar en que la vida lo coloca. Disfruta, mi querido compadre, como nadie el arte de querer ser feliz, tiene a su lado la mujer que merece y que necesita, aliada y consejera certera, que sabe ser por igual el freno y el impulso que su marido requiere. Una maravilla mi comadre Maricruz.
Tenue como quien no quiere interrumpir la fiesta de la vida se escucha cantar a José Feliciano en la radio del auto:
♬♪Quiéreme…lo mismo que te estoy queriendo yo
Mírame…con fuego en las pupilas de ansiedad
Tómame…que a todo estoy dispuesto por tu amor
Siénteme…Como te siento yo♪♬
Chava y Judith más que primos, son amigos que la vida nos regaló a mi mujer y a mí. A él lo defino en dos palabras: responsabilidad y generosidad. Fue siempre un emprendedor en toda regla, incluso cuando el término aún no se inventaba, veía y ve en toda una posibilidad de negocio honesto. Judith que es todo amor y toda prudencia le ofrece a su marido la seguridad de su cariño y su inalterable confianza en él. Sé que en ocasiones han sido dos contra el mundo, que han sido duras las adversidades, pero sé, bien que sé, que a dos que se aman nadie ni nada los vencerá.
Quizás ahora te puedes preguntar, querido lector, porqué la vida no te puso en ese lugar. ¿por qué tu amor murió, si aparentaba ser inmortal?, O tal vez te cuestiones ¿Cuál es el secreto, si es que lo hay?, ¿Cómo es que han logrado, ellos, ese estado de apacible vida?, ¿Es esto posible para todos?
La respuesta es rotunda, radical y contundente. Sí. La eternidad del amor es para todos, para cada matrimonio que hoy inicia su andadura, también para aquellos que con unos años ya de matrimonio siguen empecinados neciamente en poner por delante el yo. Es posible para todo aquel que se dedique a servir y a hacerse amable a los ojos de su amado. El amor no entiende de azares o fortunas, no sabe de predestinaciones, ni de almas gemelas, solo sabe de entrega y de felicísimo abandono. El amor no tiene una cuenta fatalmente regresiva 9,8,7 y fin de la historia. Mas bien tiene, en su hondonada más profunda, el germen mismo de la eternidad.
Que gozada ver estos amores de largo aliento, aún tomados de la mano viendo el horizonte, sabedores que en todo lo que la vida les depare nunca serán solamente uno, ni siquiera cuando el reloj de uno se detenga, porque este, su amor, ya trasciende todo limite y toda barrera, porque este amor es desde ahora la cara más visible de la eternidad.
Los veo tan felices, perdonen por favor la auto referencia, mi mujer y yo también lo somos, y no puedo más que intentar ofrecer una pequeña pedagogía del amor y del matrimonio.
El vino mejor en las bodas de Caná vino después, el vino viejo añejado en el alambique de la vida compartida, de los momentos felices, de las tristezas que siempre son de dos, siempre es mejor. El amor maduro también se acrisola con los años; es vino viejo y bueno.
Una cosa en común tenemos los tres matrimonios de esta historia, la puerta del amor siempre estuvo cerrada a cal y canto, el divorcio nunca fue una opción.
Si las cosas te van mal, cierra la puerta por dentro y desde dentro encuentra las herramientas para reparar tu amor. En algún rincón está el perdón, en otro la gratitud, más allá está la consideración, y allí en el centro, dime que ya los ves, están el respeto y la fidelidad. No necesitas más. Ahora ya puedes abrir la puerta, toma su mano y salgan juntos que la vida es hermosa y sabe premiar a los amores verdaderos.
Y ahora recuerdo al poeta que a propósito de los amores nos dice:
“Después de todo qué complicado es el amor breve
y en cambio qué sencillo el largo amor
digamos que éste no precisa barricadas
contra el tiempo ni contra el destiempo
ni se enreda en fervores a plazo fijo
el amor breve aún en aquellos tramos
en que ignora su proverbial urgencia
siempre guarda o esconde o disimula
semiadioses que anuncian la invasión del olvido
en cambio el largo amor no tiene cismas
ni soluciones de continuidad
más bien continuidad de soluciones”
(Fragmento Bodas de perla Mario Benedetti)
Gracias Judith y Chava, gracias, Mary y Martín.
Y claro, gracias Tere, compañera siempre de mi senda.
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