Por Joaquín Paganetti
Sin duda, los argentinos nos encontramos en un estado de «shock» permanente ante la cantidad de denuncias por corrupción hacia funcionarios del anterior gobierno y del actual, conducido por el Presidente Mauricio Macri.
A finales del 2015, alrededor del 51% de los ciudadanos estaban esperanzados en que la transparencia, la verdad y el dialogo serían banderas que implementaría muy fuertemente el macrismo para solucionar los problemas de nuestra nación. Claramente, por el momento, esto no ocurrió.
Desde que el relator de fútbol, Fernándo Niembro, tuviera que bajar su candidatura como primer diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires en el último año electoral finalizado, Cambiemos tuvo miradas más cuestionadas, que, como «garante de la transparencia», nos convocaba constantemente a los argentinos a pensar en un país distinto, sin corrupción.
Sin dudas, esta nueva alianza entre la UCR y el armado PRO, caracterizado por tomar medidas de derecha, no demuestran ser nada nuevo frente al azote histórico que ha recibido nuestro país en materia de lavado de dinero, fuga de capitales, obras, proyectos que no se ejecutan y entre tantas otras cosas.

«Yo creo que en este gobierno no hay gente organizando el robo como pasaba en el anterior. Pero no es suficiente decir ‘yo no robo’. Tienen que demostrar que son diametralmente distintos al kirchnerismo«, dijo la supuesta tercera dirigente con mayor índice de credibilidad en el país, Margarita Stolbizer, el 27 de octubre del año pasado en una entrevista a Infobae.
La dirigente del GEN pidió separar del cargo a Arribas, pidiendole a Macri que se interese en despejar las dudas.
Por otra parte, el Jefe de Gobierno porteño, o «alcalde de la ciudad», como lo describe Clarín en algunas de sus notas, «todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario«.
Vemos a una emblemática figura del PRO, espacio político que llevó al actual Presidente donde está,
diciendo que hay que esperar a una sentencia para poder acusar a alguien. Sin embargo, figuras como Carrió, insinúan que el gobierno anterior fue corrupto, sin estar
Cristina Kirchner, presa o sentenciada en la actualidad, la jefa de aquella «asociación ilícita», como la llaman.
¿Qué se necesita para poder afirmar que un gobierno fue o es corrupto? ¿Dos corruptos? ¿Cinco corruptos? ¿Diez corruptos?

Por ende vemos en política que hay pocas ejecuciones de obras, o muchas sobre-ejecuciones en, por ejemplo, materia sanitaria y educativa, pero la estafa al pueblo argentino con sus impuestos y su dinero, es algo que no se ve explícitamente.
¿Podemos llamar al gobierno de Cambiemos un gobierno corrupto? No. ¿Podemos llamar al gobierno de los Kirchner un gobierno corrupto? No.
Seamos justos. La corrupción es una plaga que no terminará hasta que aparezca la abolición al egoísmo humano y la poca solidarización con el servicio público. Por esto, es que como ciudadanos debemos «bancarnos» que hayan José Lopez, Fernándo Niembro, Lázaro Baez y demás empresarios y políticos corruptos que están por venir.
Ningún gobierno fue, es o será corrupto. Los gobiernos son estabilizadores, organizadores y administradores de la sociedad, pero su principal función no es la corrupción. Si tuviéramos un Estado completamente corrupto, estaríamos sumergidos en el caos y la catástrofe, dominados por el anarquismo sin dudas.
La Oficina Anticorrupción y el gobierno de Mauricio Macri deben trabajar más exhaustivamente para lograr la promesa de campaña que nos llegó tan felizmente a los argentinos: la transparencia y un sistema justo sin fraude.
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