El globo, inquieto y ansioso por ir a volar en los aires más frescos de la ciudad, se mueve de un lado a otro pidiendo, silenciosamente, por su libertad.
Es que al globo lo han traicionado. Cuando apenas tenía sus primeras bocanadas de aire en un local de comida rápida, una niña, la cual le había jurado cariño eterno, lo dejó olvidado en el banco de un parque.
Así es como encontró a una adolescente. Una curiosa joven que, apegada a ciertos rasgos de su niñez, tomó casi instintivamente al globo, para llevárselo a su escuela. Apenas se lo mostró a sus compañeros, lo hizo de una forma tonta y dándole poca importancia a este objeto, para ellos, inanimado.

Luego de haberlo dibujado y aprovechado para molestar a algunos de sus amigos, lo dejó tirado en un aula encerrada. Fría, oscura y vacía.
El globo, de color rojo, espera a que alguien lo pise o más felizmente, salir volando algún día por la ventana, cuando ésta se abra y el globo pueda ser libre, al menos durante un momento.
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