POR CLAUDIO RAVINI (ESPECIAL PARA HUMANIDAD)
Como si cada martes fuera un 6 de enero, antes de tomar el café con leche el pibe corre a buscar el ejemplar que el canillita deslizó debajo de la puerta; años después, ya adolescente, los lunes a las siete de la tarde se para al lado del kiosco a esperar que llegue la revista. Como un rito, ese era el vínculo que generaciones de argentinos tenían con «El Gráfico», publicación de la cual anteayer se cumplió un siglo de su primera aparición y que en su versión papel se extinguió hace un tiempo, después de una lenta pero indetenible agonía.
A los cincuentones, o por ahí, nos resuena todavía aquel jingle: «El martes es el día del deporte, porque en cada rincón de la Argentina…»Difícil explicar a quienes no lo vivieron lo que significó El Gráfico para cientos de argentinos y latinoamericanos. Es cierto que fue una revista deportiva, pero su impacto fue mucho más allá, porque muchos chicos comenzaron a tener avidez por la lectura a partir de El Gráfico que traspasó las fronteras de nuestro país, a tal punto que por ejemplo Mario Vargas Llosa cuenta -en el «El Pez en el Agua»- que siendo niño la compraba en Lima junto a libros de Salgari y Julio Verne.

Fundada por Constancio Vigil como una revista de interés general de la editorial Atlántida, de a poco se fue especializando: primero en deportes varios, hasta que pasó a ser algo así como la Biblia del deporte, una escuela para periodistas y una pasión incomparable para los lectores. Si bien pasaron miles de plumas por su redacción, hubo ciclos de la revista identificados con nombre legendarios.
En la primera época: José Felix Frascara y Eduardo Lorenzo Borocotó fueron firmas memorables; hasta entrados los 60 fue la era liderada por Dante Panzeri quien hizo escuela en lo que se podría definir como periodismo crítico, no concesivo; hasta que surge la encabezada por Carlos Fontanarrosa que será el modernizador de la revista, con ideas que sentaron precedente como generar suplementos especiales.
Entre los periodistas que venían de antes y los que se incorporan, «El Gráfico» no solo se va consolidando sino que va alcanzando su etapa dorada con una pléyade de profesionales extraordinarios como: Ernesto Cherquis Bialo (Robinson), Julio Cesar Pasquato (Juvenal) Héctor Vega Onesime, Emilio Laferranderie (El Veco), Orcacitas (ORO), Lucho Hernández, Hugo Mackern (Free Lance), Carlos Marchelo Thiery, Alfredo Rutschi (Apo, el padre de Alejandro), etc.
La pecularidad de «El Gráfico» fue que dichos periodistas se fueron especializando y siguiendo a los deportistas emblemáticos de esas actividades a todos los rincones del planeta.
Esa apertura, al coincidir con los momentos gloriosos de los deportistas argentinos desde mediados de los 70, hacían que por ejemplo Cherquis siguiera por todo el mundo a Monzón, Bonavena, Galindez; Hernandez a Guillermo Vilas y luego a Gabriela Sabatini; Mackern a los Pumas con Hugo Porta; y Thiery o Streimel a Carlos Reutemann (más los envíos por ejemplo de Bruno Passarelli desde Europa).
Lo curioso es que a los fans de la revista, esas firmas nos eran familiares sin conocerles los rostros hasta que algunos de ellos pasaron por las pantallas de TV (como a los apasionados por la radio le ocurría con los locutores).
La dimensión internacional que alcanzó la revista llevó a que casi todas las estrellas mundiales pasaran por «El Gráfico», desde Muhammad Alí a Pelé.
Justamente sobre el astro brasileño, Cherquis cuenta que en un viaje a San Pablo se presentó sin previo aviso a la concentración del scratch brasileño; se anunció, y cuando el portero le preguntó de que medio era, Pelé lo hizo ingresar inmediatamente y lo recibió en su cuarto tocando la guitarra.
La Tapa, la consagración

Así como para el futbolista -como dice el tango- el primer sueño era jugar en primera-; para cualquier deportista aparecer en la tapa de «El Gráfico» era consagratorio. En «Memorias de un Periodista», Vega Onesime cuenta como anécdota que en una oportunidad un directivo de Rosario Central le preguntó a un compañero suyo de la revista cuanto costaba aparecer en la tapa de «El Gráfico», a lo que el cronista le respondió que tal cosa no se vendía, pero quería saber porque tanto interés; el interlocutor, entonces le dijo que un club español estaba interesado en Landucci, por cuya venta pedían 100.000 dólares y resulta que cuando se reunió con el presidente de Sporting Gijón, éste último disparó: » ¿Cómo voy a pagar semejante suma por un jugador que no apareció en la tapa de «El Gráfico»?
Quienes más aparecieron en ese verdadero podio fueron lejos primero Diego Maradonna, seguidos por Norberto Alonso, Daniel Pasarella, Cesar Menotti, Guillermo Vilas, Carlos Reutemann y Carlos Monzón.
Entre las tapas memorables están la de las copas mundiales ganadas por Argentina con el título grabado, «La Hora más gloriosa del Fútbol argentino» del 78; y del 86: «El grito de un país: Campeones del Mundo».
El dispositivo para el primero de esos mundiales, que se jugó en la Argentina, fue impresionante. Se tiraron 800.000 ejemplares y se publicó unos días después un libro de Menotti.
Otro sello distintivo de «El Gráfico» era publicar bibliografía con la firma de algún consagrado, tales los casos de Vilas: «Quíén soy y como juego», o «Mi River Campeón» por el Beto Alonso tras la campaña de 1975 por la que el equipo de la banda roja salió campeón argentino luego de 18 años sin títulos.
Son verdaderas joyas históricas para el aficionado.También se hacían números homenajes, con gran difusión, dado que convocaba a los mejores deportistas. El número del 1 de abril de 1969 -en celebración de los 50 años-, distribuyó 270.000 ejemplares.
También las primicias (como aquel número con Passarella en la tapa y el título «Es el Hombre» anticipando que iba a ser el DT de la selección argentina) fueron un sello distintivo, así como una tapa muy recordada fue aquella toda negra con la leyenda Verguenza tras la derrota de Argentina 0-5 con Colombia en el Monumental .En la larga etapa final, dirigida por Aldo Proieto, Natalio Gorín o Carlos Poggi, también hubo muy buenos periodistas; vienen a la memoria Diego Borinsky, Gonzalo Abascal, Hugo Suerte, el Chavo Fuks, Adrián Maladesky y varios que continuaban de camadas anteriores como Carlos Irusta (experto en boxeo) y tantos otros que solo por cuestión de espacio no se pueden mencionar

Cierto es que con el paso de la publicación de Atlántida a Torneos la revista pierde algo de esa mística, algunos enfoques se vuelven polémicos, salen a relucir los CDS o títulos más provocadores, pero se acerca el final cuyas explicaciones (la merma de las ventas a raíz del cambio de costumbres, que no le encontraran la vuelta) exceden esta nota.
Un muchacho de veintipico que lea estas líneas podría interpelar al articulista acerca de si no exagera, y uno contestaría que era otra época, que tener a los titanes del deporte en imagen y palabras cada semana -cuando no había cable, ni internet- era una sensación intransferible; o que los sentimientos no se explican, se llevan en el alma para siempre.
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