Por un rato, llamemos “escena” a un momento de vida en el que ocurren ciertos hechos ante cierta interacción humana. De esta forma, nuestra vida se compondría de escenas que crean una gran película: la película de nuestra vida.
Las escenas no se repiten, solo se parecen. Por eso, una caja de sorpresas nos espera en cada escenario que vayamos a pisar.
Somos propietarios. De tiempo, afecto y dinero, entre otras cosas. Podemos manejar todo lo que esté a nuestro antojo, siempre y cuando sea nuestro, agregando ciertos detalles especiales a nuestro largometraje. Pero en todo esto aplica un factor muy importante, que es la vida en sociedad. Allí reinan normas y principios que nos ayudarán a comprender cómo relacionarnos con lo ajeno.

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Las películas (vidas) no se repiten. Cada una es particular y única. El problema está en que, en un principio, no sabemos qué guión tomar. Así, nuestra propia existencia se convierte en un problema. Si no fuera por las señales que nos rodean (historia de vida, familia, círculo y clase social, entre otras), no sabríamos hacia dónde ir. Si la vida fuera vivir por nosotros mismos, no viviríamos ni un segundo, porque necesitamos del otro.
Por algo el amor es tan grande y atemporal. Podemos verlo en cada período de la humanidad, en cada película. Ahora bien, experimentarlo es una cosa distinta. Significa ponerse en el rol del protagonista y asumir los riesgos que esto puede traer.

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Vivir sin amor es duro. En especial luego de haberlo tenido. Preguntémosle al Lobo Estepario de Hermann Hesse. Pero ¿qué es el amor? Podría ser aquello que nos apasiona, que nos hace sentir, que inspira al ser humano a moverse. No necesariamente deben ser las mariposas bobas de las películas. El amor es un sentido, además de un sentir. Y el humano, si tiene la posibilidad de vivir con un sentido, mejor editará su film.
Escenas van, escenas vienen, lus humanus se entretienen. Porque para bien o para mal, vivir solo cuesta vida. Y vaya si no la tendremos. Solo hace falta darse cuenta que la única propiedad que realmente importa es la que corre por nuestras venas y la que se maravilla con los destellos del sol y el brillo de la luna. Claro está, para mantenerla, hace falta seguir las normas y principios que rigen en la sociedad. Allí aparecen otros problemas más.
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