Literatura

El secreto y sus confidentes

¿Cómo es que Petrov y sus colegas conocían del paradero de Nicolás? La respuesta se encuentra en la segunda parte de esta edición, la cual inicia con la tristeza de un niño con una identidad de mentira.

Esta es la quinta parte de la historia de «El heredero escondido». Para leer el capítulo anterior apretar aquí.

Dormía. Dormía profundamente. El pequeño Nicolás estuvo tan calmado la primera noche que Catalina no pudo más que relajarse y echarse a dormir junto a él. Ya estaban en el hotel de la capital de Asram, donde conocerían el reino que alguna vez le había pertenecido a los padres del heredero escondido.

Ahora era una ciudad como cualquier otra, con sus problemas y tecnologías de punta para que autos y peatones convivieran sin mayores inconvenientes. Nicolás era un niño que soñaba, que veía a la gente pasar a través de su ventana. ¿Hacia dónde iban? Esas personas, ¿necesariamente tenían que estar donde estában o podrían encontrarse en otro lado haciendo cualquier otra cosa?

La soledad a veces apabullaba al niño. Se rodeó de su propio espíritu y el de su tutora. Nada de hermanos. Nada de problemas típicos de familia. Él solo en su habitación era la imagen que Catalina protegía con todas sus fuerzas. Ese joven sin querer se encontraba haciendo historia. Pero no por ello dejaba de ser un humano más.

Ser humano y ser de la realeza era un doble desafío. Catalina sabía que su crío disfrutaba de una vida más plena, pero a costa de desconocer su identidad. Fuera como fuera, lo importante era mantenerlo en vida.

Catalina podía ver la tristeza del niño. No podía responder con certezas y mucho menos con la verdad a preguntas dolorosas, a unos padres ausentes que tornaban a la depresión algo inevitable. Ella no reveló jamás el secreto. El estado anímico del pobre niño podía esperar a recomponerse. Los de arriba le habían dado órdenes claras y a pesar de que ya no se encontraban en este mundo, su última voluntad primaba en su corazón y su razón.

«Tranquilo Nicolás. Lo estás haciendo bien. Se fuerte», escuchó en un sueño el niño ya adolescente.

* * *

La gran incógnita que queda revelar es cómo un grupo de inteligencia conocía el paradero del heredero escondido, siendo que el último rey de los Zanmindi, Nicolás IV, había dado órdenes explícitas a Catalina de mantener el secreto.

Petrov, ese mismo chico que empezó a trabajar como infiltrado en organizaciones revolucionarias, escaló hasta lo más alto de la institución y llegó a ganarse la plena confianza del rey con tan solo veinticinco años. Por supuesto que con esa edad no era el Director, pero gozaba de todos los beneficios que podía traer la simpatía de Nicolás IV.

El rey lo fue considerando como a un hijo. Conoció su historia antes que él mismo y se encargó de acompañarlo en su proceso de adaptación a su nueva realidad, traída por las aguas de la verdad. Esto es algo que Petrov se preguntaba muy seguido: ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es la verdad?

Para saberlo debía atravesar un intrincado laberinto que se comía a todo aquel que lo desafiara. El precio era demasiado alto. Pero de alguna forma él llegó al final. Supo su verdad, para poder encargarse de las verdades y mentiras que construiría y transmitiría a la sociedad.

El rey solía invitar a Petrov a su residencia de verano para compartir el tiempo e intercambiar opiniones políticas. En una de aquellas invitaciones, para cuando el descontento social era demasiado fuerte, el espía le advirtió la crítica situación con sutileza.

– Mi rey, algo grande se está gestando entre los pueblerinos y está siendo muy difícil deternerlo.

– ¿A qué se debe este alboroto que me cuentas?

– Unos líderes con ideas extranjeras han venido a la capital para llevar a cabo un plan de desestabilización. Se nutren de estudios y enseñanzas financiadas por los grandes oligarcas de nuestros países vecinos.

– Mmm… de acuerdo, veremos cómo sigue la situación. Creo que ahora debemos resolver el campeonato náutico que los nobles estuvieron preparando durante tanto tiempo. ¡Vamos que nos esperan!

Los tiempos se aceleraban cada vez más y fue Petrov quien tuvo la mente maestra que logró a al menos la supervivencia de un zanmindi luego de la caída dinástica. El plan le sentó bien a Nicolás IV, siempre teniendo en consideración que era ante el hipotético caso de que existiera una revuelta popular. Llegó antes de lo pensado y el mecanismo se puso en marcha. Catalina no sabía de Petrov pero él sí de ella. Esto era un deseo claro del joven agente expresado al rey. Mientras menos se supiera, mejor. Más control tenía entre sus manos.

Escritor y estudiante. Fundó Humanidad el 2016 a sus 15 años de edad.

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