Esta es la tercera parte del cuento «El heredero escondido». Para leer el capítulo anterior apretar aquí.
-¿Cuántos hijos tienes?- preguntó Estela a su oponente de enfrente.
-¿Por qué diste por supuesto que tengo hijos?- interrogó con el ceño fruncido Nicolás, rodeado de otros comensales que se ubicaban en mesas distintas.
-Por tu edad. Ya eres un hombre viejo- lanzó sin tapujos la dama, quien brillaba con la luz de los candelabros que decoraban el restaurante elegido para la primera cita.
Finalmente fue Nicolás quien hizo el primer movimiento. Le mandó un mensaje simple pero determinante. Aquello logró una respuesta positiva de Estela, que estaba más que convencida de querer salir con él. Durante las noches se quedó pensando en el estúpido diálogo que mantuvo con su futuro pretendiente al entrar a la oficina de seguros, pero había logrado lo que ella quería. Con o sin elegancia, ya había dado comienzo a su misión.
* * *
¿A quién le gustaría irse de vacaciones?
-¡¡A mi, a mi, a mi!! – respondió sobresaltado el niño Nicolás.
Su tutora a cargo, Catalina, había planeado en profundidad la vuelta a Asram. Aquella nación ya se había conformado con todos los chiches e inconvenientes de una república federativa. Poco o nada había quedado de su pasado imperial. Había un político que quería destacar aquel pasado, pero era un hombre de los servicios de inteligencia del Estado y no se dejaba mostrar demasiado, como era obvio.
En Argenguay, la madre sustituta había quedado totalmente desconectada de cualquier persona con poder en Asram. Solo le interesaba que el pequeño heredero recorriera la belleza de su hogar. Y si es cierto que los fantasmas existen, que sus padres lo disfrutaran a la distancia, desde otra dimensión.
Preparadas las maletas, Nicolás, con diez años, ya sabía hablar muy bien asrames. Tanto en el aeropuerto como a las azafatas del avión les hizo saber sobre su alegría imposible de ocultar.
La nodriza se había esforzado demasiado para conseguir el dinero que los llevaría a miles de kilómetros. Por supuesto que era un viaje de ida y vuelta. Nicolás tenía que continuar las clases con su mediocre educación estatal, con un país desorganizado y desinteresado por el progreso intelectual de los niños y niñas. Pero lo importante era mantener la estabilidad que habían conseguido luego del ataque a la familia todopoderosa. ¿Nicolás había elegido nacer en ella? Por supuesto que no, pero su padre, previniendo cualquier mala situación, prefirió envestirlo en el anonimato y hacerlo padecer y disfrutar su falta de identidad.
Casualmente era eso lo que sentía Nicolás cada mañana. Desde muy pequeño se sentía vacío. Una falta total en su interior le provocaba mini ataques de ira que duraban un segundo. Allí movía el brazo hacia arriba o los costados con el puño cerrado, golpeando al aire. O lanzaba una silla contra la pared. O revoleaba alguna bolsa que, hecha bolita, quedaba en el piso.
* * *
Indudablemente, alguien más sabía del vacío de Nicolás. Por no decir algunos. Toda una oficina funcionaba en la capital del nuevo país específicamente preparada para desarrollar la identidad del heredero escondido. Era un grupo de la guardia zarista que ocupó las más altas responsabilidades en Inteligencia durante el gobierno de los Zanmindi. Petrov, el líder, contaba con un equipo de tres personas que guardaban uno de los mayores secretos de la historia, una historia que seguía viva en Argenguay.
-¿Cómo diablos vamos a traer a Nicolás devuelta y otorgarle lo que es suyo por sangre?- preguntaba Triki Cast, uno de los miembros especiales.
-No seas estúpido. Las monarquías quedaron anticuadas hace ya varios años. Pedirle al pueblo que acate las órdenes de alguien por la herencia genética de su sangre sería pedirles que te ahorquen con sus celulares y que además te difamen en las redes- respondía Petrov como era usual a las impertinencias de Triki.
-Algo habrá que hacer. No solo por nuestro país. Sino que por la identidad de ese muchacho. Se merece conocer de dónde viene realmente. ¿Qué tipo de vida estará llevando ahora, lejos de sus verdaderos orígenes? ¿Cuántos diablos pudieron haberlo asaltado ya?- insistía una muy pero muy joven Estela, la estrella del grupo.
Así iban discutiendo los Realistic Zanmindisen, el grupo que ocupaba un cuarto en un subsuelo con acceso sumamente restringido. Diablos, si la situación no era complicada. Petrov se desvivía día y noche pensando en el asunto, imaginando cómo sería la vida de Nicolás.
Un día, cansado de vivir en la ignorancia, el líder creó un plan. Parte del equipo se mudaría a Argenguay para averiguar cada movimiento y estado del rey que no fue rey. Estela era la protagonista del operativo.
Continuará
0 comments on “Cita con la espía”