Por Rubén Chorny (Especial para Humanidad)
El gran acertijo existencial lo resolvió Van Gogh en su último autorretrato: “Es lo que hay”. La gran mayoría de los pequeño burgueses vanamente intentamos encontrarle el agujero al mate de la vida, transcurrida la primera etapa: los ´40, del destete a la emancipación.
Elena Werba, ex instructora de yoga, experta en «no dietas», devota del Tao Te King y fiel seguidora de la doctrina idealista metafísica, cosmológica y filosófica para poder llegar a la autosuperación, llamada del cuarto camino (o cuarta vía), nos comparte un SOS de Mía, que sintetiza el porqué le lleva dedicados dos años a la búsqueda.
El poema, fechado el 30 de junio de 1993, se titula:
El Pedido (a mí Ser),
Sólo soy un ser humano,
nada más que eso.
Un ser humano
con el corazón abierto.
La herida profunda, expuesta.
¡Que entre la vida!
¡que entre la muerte!
que entre de tí, La Respuesta.
¿A qué vengo?
¿Para qué permanezco?
Dímelo pronto,
Por favor dímelo pronto!
Sin tu Voz, desaparezco.
Se me viene a la mente un conmovedor óleo, su magnus opus, en el que gruesas pinceladas azules y negras recortan la silueta de un jarrón con lirios en la bóveda estrellada, justo en el preciso momento en el que el cielo preanuncia el inminente arribo del amanecer sobre un pueblito en lontananza.
LEER MÁS:
Un autorretrato inédito de Van Gogh, con su oreja intacta, fue hallado detrás de otra de sus telas, en Escocia
Van Gogh, el pintor holandés que se suicidió a los 37 años, sigue sorprendiendo al mundo del arte. Un autorretrato inédito, con su oreja izquierda intacta, fue descubierta por un estudio con rayos X de la tela «Retrato de una campesina».
Es del último y premonitorio autorretrato de los 39 que se le reconocen a Vicent van Gogh: desde los 28 años en que empezó a pintar y los 37 en que puso punto final a su breve pero dramática existencia.
Lo que había expresado en el lienzo era una alquimia entre lo que veía e imaginaba a través de una ventana en el asilo en Saint-Rémy-de-Provence.
Insomne, terminaba de imbricar definitivamente el color azul al rojo de su barba. Cerraba el círculo iniciado con la primera representación de sí mismo, el Autorretrato sin la barba pelirroja pero con un pañuelo azul.
Quizá haya sido la instantánea con la que terminó de conocer el segundo día de los que Mark Twain definió como “los más importantes de la vida: el que naces y el que descubres para qué naciste».
Es un hallazgo reservado para pocos.
Es cierto que el artista lleva ventaja, cuando es capaz de abrir las puertas del alma para hacerse una selfie. Son pocos los que cuentan con ese don, aunque en la sociedad de consumo un lienzo y un set de pinturas estén al alcance de cualquier tosquedad.
La condición es disponer de algún dinero y tiempo para dedicarle.
Si bien el propio Vicent van Gogh vinculaba el arte a la terapia, también reconocía ante su hermano, Theo, que “es difícil conocerse a uno mismo, pero tampoco es fácil pintarse”.
La inclusión de la fotografía en las costumbres cotidianas que popularizaron los teléfonos inteligentes colocó al alcance de todos la posibilidad de “registrar” los cuerpos con sus entornos.
El célebre pintor holandés, al igual que Rembrandt y Van Dick, en cambio, penetraba con el pincel en las profundidades que una simple toma fotográfica muy difícilmente lograra capturar.
¿Cómo se vería a sí mismo? La doctora en arte Karen Serres se dio a la tarea de juntar en la galería The Courtauld, de Londres, 16 de los autorretratos de Van Gogh.
Colgados uno al lado del otro, no le daban la sensación de fuera una misma persona la que miraba desde todas las paredes, sino antes bien los “miembros de una familia”, como ella misma admitió.
Intentar conocerse conjuga lo que se ve, se siente, se hace con amor o respeto. Deja conclusiones cambiantes de sucesiones de flashes de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro de cada uno.
Los espejos cobran vida cuando se permanece un tiempo mirándolos fijo.
Ya lo decía Miguel Ángel Asturias: “Los espejos son como la conciencia. Uno se ve allí como es y como no es, pues quien se ve en lo profundo del espejo trata de disimular sus fealdades y arreglarlas para parecer a gusto”.
La psicoterapia puede ayudar, y no siempre, a ordenar, a organizar, a racionalizar, en definitiva, a convivir con una propia película y ayudar a la toma, o no, de decisiones, ante cada caso.
El artista holandés se reflejó durante tres años y medio a través de los registros instantáneos que le devolvía un espejo avenido en poliedro: según las caras, con o sin sombreros; barbudo o rapado; recauchutado; ataviado como pintor o ciudadano común.
Hasta se autorretrató con pinceladas gruesas y enérgicas con la oreja vendada tras cortársela.
Él no era uno solo, sino todos a la vez.
Aun con el legado de la prolífica obra impresionista que lo trascendió por siglos, y que es de las más cotizadas contemporáneamente, la despedida que pintó de este mundo efímero por el que transitamos, en pleno estado de psicosis, significó que terminó aceptando quién era. No de quién le hubiera gustado ser. O de quién esperaban los otros que fuera.
Finalmente, se reconcilió con el espejo, con su ego, pero integrado como partícula a un mundo inmensamente superior al que creía suyo.
Un pionero de la investigación psicodélica, autor bestseller y gurú de la Nueva Era, como el estadounidense Baba Ram Dass, había descrito al ego como “una habitación familiar construida con pensamientos, por cuyas ventanas se mira el universo”.
Precisamente alertaba sobre el miedo a perder la identidad que “te controla y te hace aferrar a los pensamientos, los que así se convierten en tu propia prisión”.
Van Gogh pudo haberlo escuchado, retroactivo, más de un siglo antes, con la oreja indemne pegada a La Máquina del Tiempo de Herbert Wells.
Y si estuviera conviviendo con nosotros en esta época, seguramente sus últimas palabras, frente a la ventana donde esperaba el amanecer, habrían sido: “Es lo que hay”.
- Imagen destacada: La noche estrellada, obra del pintor postimpresionista Van Gogh, que muestra la vista exterior durante la noche desde la ventana del cuarto del sanatorio San-Rémi-de-Provence, donde se recluyó hasta el final de su vida.
0 comments on “«Es lo que hay»”