El deseo de la belleza, la eterna juventud, y lo que causa aquello en los demás, factores clave de la película «Death becomes her», son el motivo de la envidia entre las dos mujeres protagonistas. En el fondo se oculta un rencor de la adolescencia, en el que una de ellas se sentía discriminada por la otra. Para evitarse la muerte, podrían haber aclarado los asuntos o simplemente olvidar. Olvidar, y seguir viviendo.
¿Por qué? Porque una cosa es la admiración que te lleva a buscar ser igual de bueno que otra persona en algo; la incomodidad cuando alguien hace algo que uno quisiera hacer pero que al no ser capaz, o se frustra o refuerza sus ejercicios para apuntar más alto. Otra cosa muy distinta es quedarse viendo los aspectos envidiables del otro y acumular rencor y sentimientos que no llevan a la realización personal sino que al cultivo del odio.
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El odio es una materia muy extensa que la película (estrenada en el año 1992) no recoge al cien por ciento. Sí retrata alguna de sus manifestaciones, siendo la más destacable la del asesinato.
A veces se torna inevitable ese ruido que en nuestros interiores critica a quien no nos cae bien por tal o cual razón. ¿Es una crítica fundada o de mero capricho? Los humanos somos, además de seres inteligentes, seres instintivos. Nuestro instinto puede acertar como no.
Con equivocación en el medio, no importa si la persona a la que se le depositó confianza huyó hacia las amargas aguas de la traición. Lo que importa es, en términos criollos, no quedarse con la bronca. Si las chicas, tan bonitas como se las muestra, se hubieran concentrado en lo que tenían y dejado atrás los rencores (o habiéndolos aclarado verbal y físicamente, si es que se posee tal valentía), se hubieran ahorrado las tragedias que trae el odio.
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