Había un ser en las afueras. Afuera de mi casa. Pero parecía como si estuviera dentro del mismísimo cuarto. Lo escuchaba con una claridad increíble. Sus gritos eran incontrolables. Ni con unos cuantos golpes a la persiana pude asustarlo. Los maullidos seguían uno tras otro, a eso de las tres de la noche.
Me levanté y fui hacia el living para ver por la ventana. Fue en ese momento en el que todo se hizo silencio nuevamente. Ese ser me había visto, o al menos había sentido mi presencia. Esa noche dejé pasar todo pensamiento por alto y volví a la cama enseguida. Fue al día siguiente en el que empecé a pensar.
Aquellos maullidos realmente sonaban a los de un gato. Pero había algo exagerado en ellos que terminó por hacerme dudar. Fue el «uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa», tan pero tan continuo, el que siento yo delató al impostor.
No existen hombres gato, pero sí gatos en celo. Probablemente se tratara de lo segundo. Pero la teoría de una persona molestando en la puerta de mi casa haciendo sonidos de gato se me hizo imposible de detener. Era ahora una posibilidad. Era alguien por descubrir.
Pero el juego de detective duró poco tiempo. Socialicé la idea con mis amigos y todos dijeron que estaba loco, que mejor me olvidara del apareamiento de gatos que se había dado aquella noche en mi vecindario. Es que claro, al principio se escuchaban dos gatos, pero luego tomó el mando uno.
Dejaré pronto de pensar en esos gatos. Solo se que me hicieron extrañar tanto que por alguna razón quedé más exhausto de lo normal, llegando aquel día tarde al trabajo por haberme quedado dormido. Me despertó de casualidad el llamado de un número desconocido, específicamente de un posible «spam». ¿Sería el mismo que maulló a las tres de la mañana? ¿Habría algo importante para decirme? ¿O solo fueron gritos y llamados de imposible respuesta?
Uno me despertó y otro me hizo dormir profundamente. Espero que ninguno de los dos vuelva a aparecer. Necesito mi espacio lejos de los maullidos y los ringtones.
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