El verdadero existir de los mosquitos

Estaba un día como cualquier otro en mi cuarto, viendo el cielo a través de mi ventana. La cama estaba tan cómoda y fresca que podía quedarme zambullido en ella el tiempo que quisiera sin malestar alguno. Todo estaba muy bien. Hasta que se escucha venir el primer ataque. Un zumbido veloz e imparable enciende mis alertas, predisponiéndome a responder con las dos palmas de mis manos. ¿Venía por la izquierda o por la derecha? A veces se volvía imposible de descifrar. El sonido era tal que con seguridad podía decir que estaba hacia mi izquierda, pero por alguna razón auditiva aquello era un efecto de magia, y el enemigo se encontraba hacia mi derecha.

Aquel maldito mosquito me viene fastidiando hace ya varios minutos. Es imposible de aplastar y circula por los aires como un helicóptero que tiene una mezcla de avión supersónico. A quien puedo me hago conocer como el maestro en la destrucción de estos insectos. «¡Hasta los aplasto con solo dos dedos de una mano!». Generalmente son el pulgar y el índice. La técnica no es muy refinada, pero lleva su leve tiempo de aprendizaje. Lo más importante de todo es el tiempo. Donde creemos que el mosquito encajará, no es en el momento presente, sino en el milisegundo que está por venir, aquel en el que lo habremos vencido.

Es así como fui acostumbrando a los dedos a esperar y a terminar con los mosquitos. Pero algunas veces se me hacía ciertamente difícil. Un factor importante para lograr estas hazañas personales eran que el mosquito fuera demasiado tonto y no huyera rápido, o que estuviera acorralado en un espacio físico pequeño. Este día no era ninguno de los dos casos. El mosquito iba y venía molestando a su antojo.

Fui allí cuando empecé a razonar. ¿Por qué existen? ¿Son como cualquier resto de la naturaleza o tienen algún fin secreto? Pensé a qué tipo de criatura le serviría algo que chupa sangre. Sangre humana… ¡claro! Los vampiros. Mosquitos y mosquitas trabajan a merced de los vampiros, a quienes les llevan sus recaudaciones a cambio de más días en la Tierra.

Entendiendo ahora cómo es que los vampiros seguían existiendo (por este magnifico invento), me resigné a levantarme de la cama y dejar de pensar en la poca sangre que me habían sacado. Lo único que deseo de ahora en más es seguir viendo mosquitos. Si se me llega a aparecer un vampiro, ¡no habrán dedos que valgan!