Por Sergio Sinay
Las reacciones colectivas ante los casos de Fernando Báez y Lucio Dupuy, poniendo más el acento en la furia hacia los y las asesinas que en el martirio de las víctimas y el dolor de sus seres cercanos, y pidiendo venganza antes que justicia impulsa una pregunta.
¿Acaso la sociedad necesita de sus psicópatas (y los encuentra) para depositar en ellos su propia sombra? Si ellos son los asesinos, los violentos, todos los demás quedamos absueltos, podemos sentirnos moralistas puros y pacíficos y ejercer como fiscales, jueces y verdugos.
No es un tema cómodo para encarar, pero nunca lo es el tema al que Carl Jung llamó la Sombra, ese sótano del inconsciente en el que escondemos todo lo que negamos, rechazamos, ignoramos o no soportamos de nosotros mismos.
Hay una sombra individual y una sombra colectiva. En ambos casos lo negado no deja de existir, sino que se proyecta en otro u otros. Y en ambos casos esa sombra incide en nuestras conductas y pensamientos.
Mientras no se la asume y se la explora la Sombra (tanto personal como colectiva) es una fuente de neurosis y de psicosis (personal y/o colectiva). Todo esto al margen de que quienes asesinaron a Fernando y a Lucio debían ser juzgados y condenados. Ellos y ellas.
0 comments on “Sombras nada más”